Un junior no vive entrenando “modelos mágicos”. Su semana mezcla preguntas de negocio, datos imperfectos y entregas simples que ayudan a decidir. Extrae y limpia tablas con SQL, explora patrones con cuidado, arma visualizaciones que se entienden en segundos y escribe un resumen corto: qué halló, a quién le importa, qué haría mañana el equipo con esa información. También documenta límites: datos faltantes, supuestos, riesgos de sesgo. Esa disciplina vale más que una lista larga de herramientas porque reduce retrabajo y genera confianza. Si tu portafolio muestra dos o tres casos así, ya hablas el idioma que buscan las empresas cuando abren vacantes de entrada.
Si quieres una ruta ordenada para llegar a ese nivel sin perder meses, apuesta por una formación práctica con proyectos reales, revisión de mentores y entregas semanales. Evita planes que prometen “todo en poco tiempo” y prioriza lo que sí verás en la semana uno de trabajo: preguntas claras, limpieza honesta y comunicación sencilla. Si necesitas una guía para empezar a comparar opciones con cabeza, busca un data science bootcamp online que explique tareas de la vida real, qué construyes en cada módulo y cómo quedará tu portafolio al final. Tu objetivo no es acumular nombres; es demostrar criterio y constancia.
Señales de que una formación te conviene
Un buen programa se reconoce por su transparencia: temario con proyectos que “huelen” a empresa, ejemplos de entregas completas (datos crudos, limpieza, análisis, visual y cierre), y feedback accionable, no frases genéricas. Revisa la carga semanal real y el soporte fuera de clase; tu vida no se detiene por estudiar. Pregunta cómo miden empleabilidad (tiempos, roles logrados, ejemplos de portfolios contratados) y mira si las piezas finales se parecen a tareas que ves en vacantes locales. Si solo muestran pantallas bonitas, desconfía. Lo que te abre puertas es contar problemas, decisiones y resultados en un lenguaje que entienda alguien de negocio.
Habilidades núcleo que piden las vacantes
- SQL claro: extraer, unir y limpiar sin romper trazabilidad
- EDA con propósito: hipótesis pequeñas, pruebas simples, gráficos legibles
- Comunicación breve: un párrafo que conecte hallazgos con acción
- Calidad de datos: nulos, duplicados, rangos, tipos y sus efectos
- Reproducibilidad: notebooks ordenados, README que cualquiera pueda seguir
Portafolio que sí te llama a entrevistas
Elige contextos cercanos a negocio: abandono de clientes, demanda, fraude básico, compras repetidas. Cuenta cada caso en cuatro partes: problema, datos, proceso y resultado. Explica qué descartaste y por qué; muestra límites sin miedo. Si incluyes un modelo, compáralo con una regla simple y di cuándo conviene cada uno. Añade capturas de los pasos clave y un “cómo leerlo” en dos líneas para tu tablero. Evita coleccionar demos sueltas; dos proyectos bien contados pesan más que diez notebooks desordenados. Piensa siempre en el lector ocupado que decide si te invita a entrevista en menos de cinco minutos.
Búsqueda con foco y entrevistas sin desgaste
Adapta tu CV a cada oferta: verbos del anuncio, herramientas que sí dominas y enlaces a proyectos afines. En la carta, habla del problema de la empresa, no solo de tus ganas. Practica ejercicios pequeños: cómo limpias un campo sucio, cómo eliges una métrica, cómo decides entre dos gráficos. Explica en voz alta y acepta cuando no sabes: di qué probarías primero y por qué. Pide una línea de feedback tras cada proceso y úsala esa misma semana para mejorar un README, un gráfico o un cierre. Esa iteración constante te deja mejor parado aunque un “no” llegue; el siguiente intento ya parte desde un escalón más alto.
Plan de 90 días que cabe en una agenda normal
- Mes 1: piso firme. SQL a diario, un análisis exploratorio por semana y una visual con “takeaway” claro.
- Mes 2: dos piezas “tipo empresa”: un caso que responda una pregunta concreta y otro que automatice un informe reproducible.
- Mes 3: feedback externo, mejoras visibles y candidaturas personalizadas.
Mantén un registro corto de cambios y aprendizajes; te entrena para explicar decisiones sin rodeos. Con foco, hábitos sencillos y proyectos que resuelven algo útil, el primer “sí” deja de ser suerte: se vuelve la consecuencia lógica de cómo trabajas y te comunicas.