Almudena Grandes nació en Madrid en el año 1960. El deseo de ser escritora la alcanzó de inmediato. Quizás lo supo por allá en la infancia, cuando su madre y su abuela, que la animaban en el ejercicio poético, dejaban sobre la mesa lapices de colores que Almudena utilizaba para escribir en lugar de dibujar. ¿Habrá soñado entonces los galardones que recibió durante su edad adulta? ¿Habrá superado la realidad al tierno deseo infantil? Sea como fuere, la «la vida es sueño», y la realización de su sueño es motivo suficiente para celebrar junto a ella. Por eso, en este artículo de Frases de la Vida, hemos preparado un listado con las mejores frases de Almudena Grandes. Para honrar su talento y entregarnos a la magia de su mundo literario. Pero antes… ¿Nos acompañas a mirar su vida un poco más de cerca?

Luego de diplomarse en la Facultad de Geografía e Historia de Madrid, carrera en la que se inició con un mandato familiar a cuestas, se dedicó a la redacción de pies de fotos y textos enciclopédicos; como para que la escritura no se le escurriera entre los dedos. Pero la vocación tiene fuerza propia y sabe encontrar las maneras de manifestarse. Es así como en 1989 nace la primera novela de Almudena Grandes, Las edades de Lulú, que gozaría de una fama avasallante y ganaría el premio de La Sonrisa Vertical de Narrativa Erótica, siendo a su vez traducida a 21 idiomas y vendiendo millones de ejemplares.

Existen dos puntos centrales en la narrativa de Almudena. En primer lugar, la historia española contemporánea cobra una relevancia fundamental. Ello se pone de manifiesto en su última serie de libros, con escenarios que evocan desde la Guerra Civil española hasta la más reciente crisis económica. Entre estos títulos encontrarás El corazón helado (2007) y La madre de Frankenstein (2020). Por otro lado, la mujer como protagonista es también un rasgo característico de su extensa obra, que puede observarse con claridad en Malena es un nombre de tango (1994) y Atlas de Geografía humana (1998).

Sin más demoras, comencemos con nuestra selección de frases de Almudena Grandes. ¡Esperamos que las disfrutes!

Las mejores frases de Almudena Grandes

1. Para escribir antes ha habido que leer. Empezar a escribir es una consecuencia de haber leído mucho, es como atravesar el espejo, como cuando Alicia atraviesa el espejo. Leer y escribir son actos especulares.

Para escribir es necesario comenzar por la lectura. Y si bien podemos realizar esta actividad artística sin ser arduos consumidores de libros, lo cierto es que de cada obra aprendemos nuevas herramientas y recursos que nos ayudarán a desenvolvernos mejor a la hora de expresarnos.

2. Omitir las verdades no es otra cosa que una variedad refinada de la mentira.

Una de las frases de Almudena Grandes que pone de manifiesto la cara más sutil de la mentira: la omisión de la verdad. Claro que no por el hecho de silenciar nuestras verdades estaríamos incurriendo en la mentira. Pero existe la posibilidad de que no estemos vinculándonos con dicha verdad de manera sana.

3. El mismo amor que nos hacía leales, que nos hacía mejores, lo estaba echando todo a perder.

Esta cita pertenece al libro Castillos de Cartón, que narra la historia de una relación poliamorosa entre tres estudiantes que, poco a poco, se encuentran como portadores de un amor que los daña y que los vuelca hacia su costado más doloroso. El mismo amor puede resultar adecuado o inadecuado en relación al contexto; según quién, dónde y cómo.

4. Entonces pensó que el silencio pesa tal vez en quien calla más que la incertidumbre en quien no sabe.

Almudena nos presenta una manera de explicar lo difícil del silencio para quien calla. Advierte que, incluso, puede llegar a ser mucho más molesto que la incertidumbre de no saber; porque se calla sabiendo qué es lo que se omite y oprimiendo la voz personal.

5. Es de los demás de los que hay que tener miedo, de los que te dejan adivinar hacia qué lado están mirando. Ésos son los que siempre miran en la dirección contraria a la que tú te imaginas.

Cuando las expectativas ajenas nos son expresadas con claridad tendemos a imaginar posibles respuestas, creando una ficción que inevitablemente comenzará a condicionar nuestro comportamiento y nuestras actitudes en relación al otro. El único problema radica en el desengaño que podemos sufrir cuando la verdad se quita la máscara.

6. Porque la acción es enemiga de la reflexión y ya no podía pensar más.

La autora española pone sobre la mesa la cuestión de los dualismos que muchas veces dominan la actividad humana. ¿Voy a reflexionar o voy a accionar? Estos elementos no necesariamente se anulan entre sí, pero un exceso en la reflexión puede demorar la puesta en marcha, y una acción sin pensamiento nos pone en las sendas de la impulsividad. Como todo, conviene apelar al equilibrio. 

7. Habíamos sido felices caminando sobre una cuerda floja, habíamos florecido en una infección de contradicciones, nos habíamos encontrado en un laberinto de paradojas sin mirar nunca al suelo, sin mirar nunca al cielo, sin mirar.

Muchas de las más reconocidas frases de Almudena Grandes se basan en la recapitulación de situaciones amorosas de diversa índole. En este caso el amor es avasallante, un martillazo que destroza la razón. Simplemente se fluye con el otro y se vuela por encima de las contradicciones durante la mayor cantidad de tiempo posible.

8. Qué salvajada, qué horror el exilio, y esta derrota horrible que no se acaba nunca, y destruye por fuera y hacia dentro, y borra los planos de las ciudades interiores, y pervierte las reglas del amor, y desborda los límites del odio para convertir lo bueno y lo malo en una sola cosa, fea, y fría, y ardiente, inmóvil, qué horror esta vida inmóvil, este río que no desemboca, que jamás encuentra un mar donde perderse.

Estamos frente un fragmento de El corazón helado, una de las más ambiciosas novelas de Almudena Grandes, en la cual se propone incluir eventos de la España contemporánea, cuestionando lo que el panorama político puede hacer y deshacer en la memoria de los habitantes de una nación.

9. La diferencia del erotismo y la pornografía, aparte de la etimológica, tiene que ver con la actitud del receptor del mensaje, tiene que ver con la actitud del lector.

Muchos de los libros de Almudena Grandes incluyen pasajes eróticos; tal es el caso de Las edades de Lulú. En esta frase afirma que la actitud del lector es la encargada de nominar el producto como parte de la erótica o de la pornografía. El erotismo conlleva una experiencia estética que admite cierta clave poética aún en el más acalorado de los escenarios.

10. Desde pequeña siempre he querido ser escritora, yo no me recuerdo a mi misma queriendo ser otra cosa, porque desde pequeña lo que más me ha gustado en esta vida es leer.

La última de las frases de Almudena Grandes seleccionadas para este artículo da cuenta de la impronta que la literatura siempre ha tenido en su vida. Un apunte autobiográfico que nos enseña a perseguir nuestros más preciados sueños.

Más Frases de Almaudena Grandes

11. El que no es sabio es necio, y entre los necios no hay diferencias.

12. La felicidad es como los encefalogramas: se trata de exponerse a estar muy bajo para llegar más tarde al pico. El que apueste por la meseta nunca lo consigue.

13. Las relaciones sexuales son como el dinero: cuando lo tienes te lo gastas, y cuando careces de él, sólo piensas en eso.

14. Aún no son cadáveres y están muertos de miedo…

15. Hay que ser muy valiente para pedir ayuda, ¿Sabes? Pero hay que ser todavía más valiente para aceptarla.

16. La madre superiora lo repetía cada dos por tres, hay que arrancar las ramas antes de que lleguen a troncos.

17. Pasaron muchas cosas aquélla noche, palabras, gestos, silencios que recordaría toda su vida.

18. Sólo una historia española, de esas que lo echan todo a perder.

19. Había sido demasiado amor, tanto como el que yo podía dar, más del que me convenía. Fue demasiado amor. Y luego, nada.

20. Por eso, sólo podemos afirmar con certeza que el todo es igual a la suma de las partes cuando las partes se ignoran entre sí.

21. (…) Ese olor tan triste, a musgo y tierra mojada, que perfuma los edificios en construcción.

22. Qué raros son tus cuñados, ¿No? -Sí, es que son de Madrid. -Será eso.

23. El tiempo pondrá cada cosa en su sitio, yo me moriré y tú te arrepentirás de lo que me has dicho hace un momento, pero hasta entonces no estoy dispuesta a perderte…

24. Al verle dormir a su lado, sólo podía pensar en una cosa; mañana quizás no lo tendré, mañana se habrá ido, mañana estaré sola en esta cama… Cada minuto pesaba, cada minuto importaba, cada minuto se dilataba hasta proyectarse en los límites de una eternidad pequeña, personal.

25. Un buen escritor puede escribir sobre cualquier cosa y puede hacer literatura de cualquier tema y un mal escritor no tiene esa capacidad.

26. Cada familia tiene un armario cerrado, lleno hasta arriba de pecados mortales.

27. La tierra giraba sobre sí misma y alrededor del sol justo debajo de nuestros cuerpos desnudos y enlazados. Más allá estaba todo lo demás. Más allá estaba el invierno, el hielo, la condición resbaladiza y sucia de una nieve fea, terrosa, manchada de barro y deshecha sólo a medias por las pisadas de la gente, mucha gente inocente y culpable, leal y traidora, consciente o no de la herida que sus pasos iban abriendo en las heladas aceras del futuro de sus hijos, de sus nietos, un horizonte culpable, desolado, distinto del paisaje limpio y envuelto con astucia en un bonito papel de colores brillantes que alguna vez ellos creerían heredar.

28. Aunque los desiertos florezcan muy despacio, la hierba brota antes en el suelo que en la mirada de quienes lo contemplan, y por eso tiene que pasar el tiempo, mucho tiempo, para que alguien recuerde un buen día que las manzanas no crecen en la tierra, que las manzanas se caen necesariamente de los árboles.

29. ¿Qué para qué sirve? Pues para comprender cómo suceden las cosas. ¿Te parece poco? Para intentar formular reglas que alivien la insoportable angustia de nuestra existencia en esta miserable brizna de la inabarcable inmensidad del universo que es el mundo.

30. La amaba tanto que en aquel momento, mientras sentía que me quedaba sin suelo debajo de los pies y el vacío se cobraba en el centro de mi estómago un precio mucho más alto que el placer de todos los vértigos, la certeza de que nunca volvería a sentir asco ni vergüenza al recordar la luminosa desproporción de su cuerpo desnudo, lograba mantener una hebra de calor en mi corazón entumecido de frío.

31. Lo único que quería era hacerme viejo a su lado, ver su rostro al despertar todas las mañanas, ver su rostro un instante antes de dormirme cada noche, y morir antes que ella.

32. La alegría me había hecho fuerte, porque (…) me había enseñado que no existe trabajo, ni esfuerzo, ni culpa, ni problemas, ni pleitos, ni siquiera errores que no merezca la pena afrontar cuando la meta, al fin, es la alegría.

33. Cuando se caía un trozo de pan al suelo, los adultos obligaban a los niños a recogerlo y a darle un beso antes de devolverlo a la panera, tanta hambre habían pasado sus familias en aquellos años en los que murieron todas esas personas queridas cuyas historias nadie quiso contarles.

34. Entonces sería ella quien lloraría, ella quien se desesperaría, ella quien aprendería a pagar por sí misma el verdadero precio de las cosas hermosas.

35. Seguía convencido de haberla visto allí por primera vez, Raquel Fernández Perea, sin trampas, sin adornos, sin excusas, acaso una belleza más bella que sus máscaras.

36. Como los recuerdos dolían, no recordaban. Como las lágrimas herían, no lloraban. Como los sentimientos debilitaban, no sentían.

37. La expectativa de felicidad es más intensa que la propia felicidad, pero el dolor de una derrota consumada supera siempre la intensidad prevista en sus peores cálculos.

38. El amor no puede compararse excepto consigo mismo, y tampoco se puede deshacer, no se puede mentir, no se puede obviar mientras exista.

39. Después, alguien nos dijo que había que olvidar, que el futuro consistía en olvidar todo lo que había ocurrido. Que para construir la democracia era imprescindible mirar hacia delante, hacer como que aquí nunca había pasado nada. Y al olvidar lo malo, los españoles olvidamos también lo bueno. No parecía importante porque, de repente, éramos guapos, éramos modernos, estábamos de moda… ¿Para qué recordar la guerra, el hambre, centenares de miles de muertos, tanta miseria?

40. Creo que las primeras novelas siempre son extrañas porque cuando uno escribe su primer libro ni siquiera sabe si está escribiendo un libro o un texto que va a acabar en un cajón.

41. Había de todo, y todo valía mientras una excitación imprecisa, universal, corriera por las venas de los asistentes como un líquido brillante y espeso, capaz de hacer más brillante, más espesa su sangre.

42. La autocompasión es una droga muy dura.

43. Porque sólo los hombres cultos son libres, y en el supremo esfuerzo revolucionario que traerá consigo la emancipación de nuestros hermanos, no caben quienes han desperdiciado el privilegio de recibir educación…

44. Alguna imagen con las que me voy tropezando, casi sin querer, me avisa que tiene una historia detrás. Y lo que hago es darle vueltas a estas imágenes que prometen una historia hasta que logro encontrar una forma de abrirla, aunque no siempre ocurre.

45. Hay que escribir sobre lo que se conoce, sobre lo que uno tiene cerca y de lo que a uno le interesa. Luego lo que ocurre es el milagro de la comunicación, que se asienta en el principio de que todos los seres humanos somos básicamente parecidísimos.

46. Todos los seres humanos se parecen porque son criaturas vulgares, muy sencillas al fin y al cabo. Y entre las cosas que tienen en común, no está solamente el sexo.

47. Los humanos son seres que desean y la desesperación les arrebata su propia esencia, los deseca, los destripa, los arruina, los expulsa de sí mismos por el camino templado y engañoso que conduce al destino de las cosas, al cansancio de los vegetales polvorientos, de los minerales enterrados e inertes.

48. Todos teníamos miedo, los ricos y los pobres, los cultos y los incultos, todos, mucho miedo.

49. Los últimos días del verano todos se ponían muy tristes, tanto que Raquel sentía que ellos no volvían, sino que abandonaban, que se exiliaban de las buganvillas y de las adelfas, de los naranjos y de los olivos, del olor del mar y de los barcos del puerto, de las tapias encaladas y de las casas blancas, de las ventanas florecidas y la sombra de las parras, del oro del aceite, de la plata de las sardinas, de los sutiles misterios del azafrán y de la canela, de su propio idioma y del color, del sol, de la luz, del azul, porque para ellos volver no era regresar a casa, porque sólo se podía volver a España, aunque nadie se atreviera nunca a decir esa palabra.

50. Ha pasado mucho tiempo, me dirán, y tendrán razón, pero todos llevamos aún el polvo de la dictadura en los zapatos, ustedes también, aunque no lo sepan.

51. Porque en España, hasta hace treinta años, los hijos heredaban la pobreza, pero también la dignidad de sus padres, una manera de ser pobres sin sentirse humillados, sin dejar de ser dignos ni de luchar por el futuro.

52. Todos nos dejamos engañar a la vez, y no porque seamos tontos, sino porque las buenas personas son fáciles de engañar.

53. Educación, educación y educación, decían; era como un lema, una consigna repetida muchas veces, la fórmula mágica para arreglar el mundo, para cambiar las cosas, para hacer feliz a la gente. Lo habían perdido todo, habían salido adelante trabajando en puestos que estaban muy por debajo de sus capacidades, academias, panaderías, centralitas telefónicas, pero les quedaba eso. Siempre les quedó eso.

54. El miedo también excluye la dignidad, la generosidad, el sentido de la justicia, y llega incluso a perjudicar la inteligencia, porque altera la percepción de la realidad y alarga las sombras de todas las cosas. Las personas cobardes tienen miedo hasta de sí mismas.

55. La belleza es un monstruo, una deidad sangrienta a la que hay que aplacar con constantes sacrificios.

56. No tengas miedo de las ideas, Julio, porque los hombres sin ideas no son hombres del todo.

57. Porque existen hambres mucho peores que no tener nada que comer, intemperies mucho más crueles que carecer de un techo bajo el que cobijarse, pobrezas más asfixiantes que la vida en una casa sin puertas, sin baldosas ni lámparas. Ella no lo sabía, pero yo sí.

58. Normalmente, cuando escribo una novela o una colección de cuentos, suelo partir de imágenes: ando por la calle y cada persona que no conozco la valoro como personaje; cada situación nueva, como argumento; cada lugar en el que no he estado, lo valoro como escenario.

59. Es curioso como cuando alguien escribe una novela erótica todo el mundo supone que tiene una vida [sexual] tremendamente intensa y cuando alguien escribe novelas de asesinatos nadie supone que se ha cargado a su vecino, ni se supone que un escritor que escribe ciencia ficción haya tenido contactos en la tercera fase.

60. Terminar una novela es algo dramático. Cuando más tardo en escribir los finales, más sufro. Lograr el final de una novela tiene algo de pulso, porque has podido con ella. Finalizarla es como si te desahuciaran de tu casa. Confieso que uno de los momentos más terribles de mi vida es el día siguiente de terminar una novela.

61. Era demasiado amor. Demasiado grande, demasiado complicado, demasiado confuso, y arriesgado, y fecundo, y doloroso. Tanto como yo podía dar, más del que me convenía. Por eso se rompió. No se agotó, no se acabó, no se murió, sólo se rompió, se vino abajo como una torre demasiado alta, como una apuesta demasiado alta, como una esperanza demasiado alta.

62. No dijo nada, seguía sonriendo. Alargó la mano y giró la llave de contacto. El motor se puso en marcha. Los cristales estaban empañados. Fuera debía de estar helando, una cortina de vapor se escapaba del capó. Él volvió a reclinarse contra el asiento, me miró, y yo me di cuenta de que el mundo se estaba viniendo abajo, el mundo se me estaba viniendo abajo.

63. Me quedé sentada encima de sus rodillas. Me rodeó con sus brazos y me besó. El sólo contacto de su lengua repercutió en todo mi cuerpo. Mi espalda se estremeció. Él es la razón de mi vida, pensé. Era un pensamiento viejo ya, trillado, formulado cientos de veces en su ausencia, rechazado violentamente en los últimos tiempos, por pobre, por mezquino y por patético.

64. La madurez en mi obra es que ahora cuando empiezo una novela la conozco al ciento por ciento. Tengo un cuaderno con la historia resuelta y la estructura cerrada, sé cuántos capítulos tiene, lo que pasa en cada uno e inclusive cuántas páginas va a tener y hasta ese momento no me siento a escribir. 

65. El verbo creer es un verbo especial, el más ancho y el más estrecho de todos los verbos.

66. No hace tanto tiempo, en este mismo barrio, la felicidad era también una manera de resistir.

67. María Gracia también está sola. También ha estado casada, tampoco ha tenido hijos, también la ha abandonado su pareja, tampoco ha encontrado otra, también ha vivido mejor, tampoco ha vivido nunca peor que ahora.

68. Cuando empezaba a trabajar, ya estaba cansada, pero eso era una ventaja y no un inconveniente. La rutina de la casa, los niños, las reuniones de padres de alumnos, los disfraces de Navidad, de carnaval, de fin de curso, las citas con los tutores, el calendario de vacunaciones y todo lo demás, la agotaba de tal manera que los días laborables no se lo parecían tanto.

69. Si fuera más joven no estaría tan preocupada, porque para crisis, las que he tenido que chuparme yo, hijo mío. Pero nosotros podíamos, nosotros éramos fuertes, estábamos acostumbrados a sufrir, a emigrar, a pelear.

70. Pero los españoles, que durante muchos siglos supimos ser pobres con dignidad, nunca habíamos sabido ser dóciles.

71. Como nada sale gratis, el coñac le ha asignado a otra raza. Ahora parece un piel roja, rojiza su cara en general, en particular sus pómulos, repletos de venillas rotas que se ramifican día tras día para conquistar ya la base de su nariz.

72. La de siempre, esos carcas beatos de mierda que se creen que este país es suyo y que es natural que sus jornaleros se mueran de hambre, pero no toleran que quitemos los crucifijos de las escuelas. 

73. Estamos en un barrio del centro de Madrid. Su nombre no importa, porque podría ser cualquiera entre unos pocos barrios antiguos, con zonas venerables, otras más bien vetustas. Este no tiene muchos monumentos pero es de los bonitos, porque está vivo.

74. sabía que no era exactamente así, aquello no era verdad, pero la verdad también desaparecía, y yo seguía pensando lo mismo, y era agradable, me sentía alguien, segura, en momentos como ése, era curioso.

75. Y estaba sola, me sentía sola, incapaz de hablar, que es quizás la peor forma de la soledad.

76. Ser una mujer es tener piel de mujer, dos cromosomas X y la capacidad de concebir y alimentar a las crías que engendra el macho de la especie. Y nada más, porque todo lo demás es cultura.

77. Sin embargo, con el tiempo comprendí que la alegría era un arma superior al odio, las sonrisas más útiles, más feroces que los gestos de rabia y desaliento.

78. La insufrible torpeza de quienes se empeñaban en hacer llevadera la insoportable carga de la muerte.

79. La historia inmortal hace cosas raras cuando se cruza con el amor de los cuerpos mortales.

80. Norman Bethune lo ha conseguido. Por primera vez en la historia, una transfusión de sangre conservada en frigorífico le devuelve la vida a un desahuciado. 

81. Por la dureza de corazón que brotaba en el centro exacto de la mezquindad, por la mezquindad que nacía de la costumbre de la pobreza, por la pobreza que hacía duras y mezquinas a madres como la suya. 

82. Primero eliminaremos a los subversivos; después a sus cómplices; luego a sus simpatizantes; por último, a los indiferentes y a los tibios. 

83. El 21 de diciembre de 1959, Francisco Franco vuelve a ganar la guerra. 

84. De todas las historias de la Historia sin duda la más triste es la de España, porque termina mal. 

85. No existe caída más dura que la caída de una persona soberbia, ni un estupor semejante al que un soberbio prueba al caer. Tampoco existe, o al menos yo no lo conozco, un estímulo tan feroz como el que aprieta los dientes de una soberbia despechada.

86. …Pero luego hay una emoción inherente en la escritura, es una aventura y cuando te sientas escribir puede suceder, que lo que has decidido antes no te sirve para nada.

87. Yo creo que la literatura no tiene que ver con las respuestas, sino con las preguntas. Un buen escritor no es el que intenta iluminar a la humanidad, respondiendo a las grandes cuestiones universales que angustian a sus congéneres, sino el que se hace preguntas a sí mismo y las traslada en sus libros al lector, para compartir con él quizás no lo mejor, pero sí lo más esencial que posee. Desde este punto de vista, las certezas son mucho menos valiosas que las dudas, y las contradicciones representan más un estímulo que una dificultad.

88.  Entonces, como tantas otras veces en mi vida, grité con los labios cerrados, grité hacia dentro y hacia el mundo al mismo tiempo, grité sin mover un sólo músculo de la cara pero con los músculos del alma estrujados en un puño. 

89. «Feliz” es un adjetivo complicado, demasiado extraordinario. Si se repite pierde valor, en lugar de ganarlo. 

90. El dinero, cuando no lo tienes puede serlo todo, pero cuando lo tienes no es nada, nada. 

Llegamos al final, y esperamos que hayas disfrutado enormemente de las frases de Almudena Grandes escogidas para ti. ¿A qué otro autor te gustaría encontrar en Frases de la Vida? Tu opinión es muy importante para nosotros, ¡no dudes en visitarnos en los comentarios!