El gran Gatsby es una novela nacida en el año 1925 de la mano del escritor estadounidense Francis Scott Fitzgerald, plenamente inspirado por sus visitas a la costa norte de Long Island. Allá por 1923 crecía en su corazón una historia que, en la actualidad, ha llegado a ser considerada como una de las más imprescindibles de la literatura universal. Es por ello por lo que, en este nuevo artículo de Frases de la Vida, nos dedicaremos a disfrutar de las mejores frases de El gran Gatsby, la novela americana por excelencia del siglo XX.
El gran Gatsby se ha ganado para sí un puesto entre las mejores obras jamás escritas. Cuando Fitzgerald terminó de escribirla dijo a su editor: He escrito la mejor novela de los Estados Unidos de América. En efecto, la misma fue celebrada por grandes personalidades de su época, a pesar de no consolidarse inmediatamente como un éxito de ventas sino hasta muchos años después de la muerte del autor. Pero, ¿quién es Gatsby, el enigmático personaje que da nombre al título de esta célebre novela?
Lo observamos a través de los ojos del narrador, Nick Carraway, quien reside en la casa – más humilde y modesta – de al lado. El vecino, Jay Gatsby, se eleva como un signo de interrogación; como un hombre de pasado misterioso, quizá oscuro, que lanza fiestas descomunales con invitados anónimos y gráciles, que acuden a la inmensa casa de puertas siempre abiertas en busca de copas bailarinas. Y es que corren los melodiosos años veinte y nos encontramos en primera hora de la Edad del Jazz. La devoción es hacia las fiestas, hacia los colores provocados por una orquesta, por un tiroteo, por un amante.
Nadie sabe de dónde ha salido Gatsby, y entre risas y vestidos de lujo se esbozan hipótesis de toda índole: el anfitrión debe de ser un asesino o un espía; tal vez sobrino del emperador de Alemania, o primo del demonio; posiblemente un héroe al servicio de los Estados Unidos de América, o – en el más banal de los casos – un hombre que de la nada se hizo millonario. Como fuera, Nick Carraway se dice un hombre honrado, incapaz de juzgar a alguien. Y será él quien llegará a descubrir el secreto deseo de su vecino: reconquistar a Daisy Buchanan, la mujer que amó y que dejó ir antes de marcharse a la guerra en Europa.
La antítesis de Gatsby, nuestro héroe trágico, es Tom Buchanan, marido de Daisy. Un hombre de firme carácter y argumentos inalterables que cree en la familia, en el patrimonio, en los valores ciudadanos y en la supremacía de la raza blanca. Poco a poco, el pentágono amoroso que absorberá a los personajes de Fitzgerald se tornará tan ineludible como laberíntico, arrastrando al lector hacia una peculiar fiesta de luces blancas, azules y rojas entre las páginas.
Sin más dilación, comencemos con nuestra selección de frases de El gran Gatsby, ¡elige tu favorita!
Las mejores frases de El Gran Gatsby
1. A menudo llegaban y se marchaban sin siquiera haber visto a Gatsby; venían en pos de una fiesta con una simplicidad de corazón que era su propia boleta de entrada.
2. La silueta de un gato en movimiento se recortó contra los rayos de la luna, y al volver mi cabeza para mirarlo, me di cuenta de que no me encontraba solo: a unas cincuenta yardas, la figura de un hombre con las manos en los bolsillos, observando de pie la pimienta dorada de las estrellas, había emergido de las sombras de la mansión de mi vecino. Algo en sus pausados movimientos y en la posición segura de sus pies sobre el césped me indicó que era Gatsby en persona, que había salido para decidir cuál parte de nuestro firmamento local le pertenecía.
3. Y entonces, gracias al sol y a los increíbles brotes de hojas que nacían en los árboles, a la manera como crecen las cosas en las películas de cámara rápida, sentí la familiar convicción de que la vida estaba empezando de nuevo con el verano.
4. Yo estaba adentro y afuera, al mismo tiempo encantado y molesto con la interminable variedad de la vida.
5. Esbozó una sonrisa comprensiva; mucho más que sólo comprensiva. Era una de aquellas sonrisas excepcionales, que tenía la cualidad de dejarte tranquilo.Sonrisas como esa se las topa uno sólo cuatro o cinco veces en toda la vida, y comprenden, o parecen hacerlo, todo el mundo exterior en un instante, para después concentrarse en ti, con un prejuicio irresistible a tu favor.
6. Cada persona se supone dueña de al menos una de las virtudes cardinales, y esta es la mía: soy uno de los pocos hombres honrados que haya conocido.
7. Con una especie de emoción vehemente comenzó a sonar en mis oídos una frase: “Existen tan sólo los perseguidos y los perseguidores, los ocupados y los ociosos”.
8. Comparado con la gran distancia que lo había separado de Daisy, le había parecido muy cercana a ella, casi como si la tocara. Le parecía tan cercana como una estrella lo está de la luna. Ahora había vuelto a ser tan sólo una luz verde en un muelle. Su cuenta de objetos encantados se había disminuido en uno.
9. Habló largo sobre el pasado y colegí que deseaba recuperar algo, alguna imagen de sí mismo quizás, que se había ido en amar a Daisy.
10. Jamás habían estado tan cerca durante el mes que llevaban amándose, ni se habían comunicado con mayor profundidad el uno con el otro que cuando ella rozó sus silentes labios contra la hombrera de su abrigo o cuando él toco la punta de sus dedos con suavidad, como si estuviera dormida.
11. ¡Había tanto que leer, por una parte, y tanta salud que aspirar del aire renovado, dador de vida!
12. ¿No esperáis siempre a que llegue el día más largo y luego se os pasa sin daros cuenta?
13. Al fin y al cabo Daisy le pasó por encima. Traté de que se detuviera, pero no pudo, y entonces halé del freno de emergencia. En ese momento se desplomó sobre mis piernas y yo seguí manejando.
14. Aceptaron la hospitalidad de Gatsby y le rindieron el sutil tributo de no saber absolutamente nada acerca de él.
15. Era hora de regresar. Mientras estuvo lloviendo me pareció como si sus voces susurraran, elevándose y ampliándose una y otra vez con alientos de emoción. Pero en el actual silencio pensé que uno igual había caído sobre la casa también.
16. Y a mí me gustan las fiestas multitudinarias. Son muy íntimas. En las que se dan para poca gente no hay manera de estar a solas.
17. Así que cuando el humo azul de las hojas quebradizas subió en el aire y el viento sopló y la ropa recién lavada se puso rígida en los alambres, decidí regresar a casa.
18. Aunque ella se hubiera marchado, seguía impregnada de melancólica belleza.
19. Brotaba de ella algo cálido y conmovedor, como si estuviera tratando de entregar su corazón ocultándolo en una de aquellas emocionadas e intensas palabras.
20. Daisy y Gatsby bailaron. Recuerdo mi sorpresa por su fox-trot conservador y gracioso; jamás lo había visto bailar. Luego, se fueron caminando hacia mi casa y se sentaron en las gradas por media hora, mientras, a petición de ella, yo me quedé vigilando en el jardín.
21. Ella vaciló. Sus ojos cayeron sobre Jordan y sobre con una especie de apelación, como dándose cuenta al fin de lo que hacía, y como si nunca, durante todo este tiempo, hubiera tenido intenciones de hacer nada. Pero ya estaba hecho. Era demasiado tarde.
22. Cuando era más joven y más vulnerable, mi padre me dio un consejo en el que no he dejado de pensar desde entonces.
23. Durante un instante una frase trató de formarse en mi boca y mis labios se separaron como los de un mudo, como si hubiera más batallas en ellos que el mero jirón de aire asombrado. Pero no emitieron sonido alguno, y aquello que estuve a punto de recordar quedó incomunicado por siempre jamás.
24. Gatsby creía en la luz verde, el futuro orgiástico que año tras año retrocedo ante nosotros. En ese entonces nos fue esquivo, pero no importa; mañana correremos más aprisa extenderemos los brazos más lejos… hasta que, una buena mañana…
25. De esta manera seguimos avanzando con laboriosidad, barcos contra la corriente, en regresión sin pausa hacia el pasado.
26. De manera que las estrellas no eran el único objeto de sus anhelos en aquella noche de julio.
27. Jamás lo amó, ¿me oye? -exclamó-. Sólo se casó con usted porque yo era pobre y estaba cansada de esperarme. Fue un error terrible, pero en el fondo de su corazón ¡jamás amó a nadie más que a mí!
28. Disminuyó la velocidad, pero sin intención de detenerse, hasta que, al acercarnos, los rostros demudados y atentos de la gente que estaba en el taller lo llevaron a frenar automáticamente.
29. Habló largo sobre el pasado y colegí que deseaba recuperar algo, alguna imagen de sí mismo quizás, que se había ido en amar a Daisy. Había llevado una vida desordenada y confusa desde aquella época, pero si alguna vez pudiera regresar a un punto de partida y volver a vivirla con lentitud, podría encontrar qué era la cosa…
30. Durante un tiempo estos sueños fueron un escape para su imaginación; le daban una idea satisfactoria de la irrealidad de la realidad, una promesa de que el peñón del mundo estaba asentado de manera firme en el ala de un hada.
31. El “auto de la muerte”, como los periodistas lo llamaron, no se detuvo; salió de la atenazadora penumbra, hizo un breve y trágico zigzag y desapareció en la siguiente curva.
32. El cielo de la tarde floreció durante un momento en la ventana como la miel azul del Mediterráneo.
33. El jubiloso tintineo de su voz bajo la lluvia resultó ser un tónico muy vigoroso.
34. Esbeltas, lánguidas, las manos suavemente posadas sobre las caderas, las dos jóvenes señoras nos precedieron en la salida a la terraza de colores vivos, abierta al ocaso, en donde cuatro velas titilaban sobre la mesa en el viento ya apaciguado.
35. Todos estabámos irritados pues se nos había pasado el efecto de la cerveza, y conscientes de ello, viajamos en silencio un rato. Luego, cuando los ojos desteñidos del doctor T. J. Eekleburg empezaron a divisarse a lo lejos, recordé la advertencia de Gatsby sobre la gasolina.
36. Era una de esas raras sonrisas con inagotable capacidad para tranquilizar que sólo se encuentran cuatro o cinco veces en toda una vida.
37. El prado y el camino estaban atestados de rostros de aquellos que imaginaban su corrupción; y él había estado de pie en aquellas escalinatas escondiendo su sueño incorruptible, cuando le decíamos adiós con la mano.
38. En el encantador crepúsculo metropolitano sentía a veces que me atenazaba la soledad, y la sentía en los demás: en los empleaduchos que deambulaban frente a las vitrinas, esperando que fuera hora de una solitaria cena en algún restaurante, jóvenes empleados desperdiciando en la penumbra los momentos más intensos de la noche y de la vida.
39. Su corazón comenzó a latir con más y más fuerza a medida que Daisy acercaba el rostro al suyo. Sabía que cuando besara a esta chica y esposara por siempre sus inexpresables visiones con el perecedero aliento de ella, su mente dejaría de vagar inquieta como la mente de Dios.
40. En realidad, a la vida se la contempla con mucho mejores resultados desde una sola ventana.
41. En su rostro aparecía una emoción tras otra como objetos que surgieran lentamente en una fotografía al revelarla.
42. Si bien no estaban contentos, y ninguno de los dos había tocado la cerveza o el pollo, tampoco parecían infelices. En el cuadro se percibía la inconfundible atmósfera de una intimidad natural y cualquiera hubiera dicho que conspiraban.
43. Uno puede cuidarse de lo que dice, y, además, programar cualquier pequeña irregularidad propia en momentos en que los otros están tan ciegos que no ven o no les importa. Es posible que Daisy nunca le hubiera sido infiel a Tom, y, sin embargo, hay algo en esa voz suya…
44. Entonces me volví hacia Gatsby, y me quedé pasmado con su expresión. Parecía, y esto lo digo con el desprecio olímpico por los chismes inusitados en su jardín, como si hubiese “asesinado a un hombre”. Por un instante la configuración de su rostro podría ser descrita de esta fantástica manera.
46. Entonces todo era cierto. Vi las pieles de flamantes tigres en su palacio del Gran Canal; lo vi abriendo un estuche de rubíes para calmar, con sus profundidades iluminadas de carmesí, los anhelos de su roto corazón.
47. Había un movimiento leve del agua, escasamente perceptible, al moverse la corriente de un extremo al otro, por donde salía. Con pequeños rizos, que no eran más que la sombra de olas, la colchoneta con su carga, se movía de manera irregular por la piscina. Una pequeña corriente de viento que corrugaba un poco la superficie era suficiente para perturbar su curso accidentado con su accidentada carga. El choque contra un montón de hojas la hizo girar levemente, trazando, como la estela de un objeto en tránsito, un pequeño círculo rojo en el agua.
48. Yo quería traerle a alguien. Quería ir al cuarto donde yacía y tranquilizarlo: “Yo te conseguiré a alguien, Gatsby. No te preocupes. Ten confianza en mí y verás qué yo te traeré a alguien…
49. Al azar ensayamos abrir una puerta que parecía importante y nos encontramos en una biblioteca gótica, de techo alto, forrada en roble inglés tallado, y probablemente transportada en su totalidad desde alguna ruina de ultramar.
50. Su concentración tenía un no sé qué patético, como si su complacencia, más aguda que antaño, no le bastara ya.
51. Por un momento el último rayo de sol cayó con romántico afecto sobre su rostro radiante; su voz me obligó a inclinarme hacia adelante, sin aliento mientras la oía… entonces se fue el brillo, y cada uno de los rayos abandonó su rostro con reticente pesar, como dejan los niños una calle animada al llegar la oscuridad.
52. Se habían olvidado de mí, pero Daisy alzó los ojos y me estiró la mano; Gatsby ni me conocía. Los miré una vez más y ellos me devolvieron la mirada, remotamente, poseídos por una vida intensa. Entonces salí del cuarto, y bajé por las escalinatas de mármol para adentrarme en la lluvia, dejándolos a los dos solos en él.
53. Nuestros ojos se elevaron por sobre el rosal y el prado caliente y las basuras llenas de malezas de los días de sol canicular de la playa. Lentas, las blancas alas del bote se movían contra el frío limite azul del firmamento. Más allá se extendía el ondulado océano con su miríada de plácidas islas.
54. La brisa soplaba a través del cuarto, haciendo elevarse hacia adentro la cortina de un lado y hacia afuera la del otro, como pálidas banderas, enroscándolas y lanzándolas hacia la escarchada cubierta de bizcocho de novia que era el techo, para después hacer rizos sobre el tapiz vino tinto, formando una sombra sobre él, como el viento al soplar sobre el mar.
55. No me he emborrachado más que dos veces en la vida, y la segunda fue aquella tarde. Por eso cuanto sucedió está envuelto en una penumbra nebulosa, aun cuando el apartamento estuvo lleno del sol más alegre hasta después de las ocho de la noche.
56. Cuando sientas deseos de criticar a alguien, recuerda que no todo el mundo ha tenido las mismas oportunidades que tú tuviste.
57. Una noche clara y llena de ruidos, con batir de alas entre los árboles y un persistente sonido de órgano, como si los grandes fuelles de la tierra estuvieran llenando de vida a las ranas.
58. Todas las noches ampliaba el tejido de sus fantasías hasta que el sueño, con su abrazo de olvido, ponía fin a alguna escena llena de color.
59. Un nuevo mundo, material más no real, donde unos pobres fantasmas, respirando sueños en vez de aire, vagaban fortuitamente por todos lados… como la figura cenicienta y fantástica que se deslizaba hacia él por entre los amorfos árboles.
60. Un vacío repentino parecía emanar de los ventanales y portones, envolviendo en completa soledad la figura del anfitrión, ahora de pie en el pórtico con la mano alzada en gesto formal de despedida.
¡Hemos llegado al final! Esperamos que hayas disfrutado de estas frases de El gran Gatsby, nuestro libro seleccionado para esta nueva edición de Imprescindibles de la literatura. Antes de despedirnos, nos encantaría conocer tu opinión. ¿Ya has leído esta obra? ¿Cuál ha sido tu frase favorita? ¿Conoces otras frases de El gran Gatsby que debamos incluir en nuestro listado? ¡La sección de comentarios se encuentra siempre disponible para ti! No dudes en escribirnos. ¡Hasta la próxima!