La Divina Comedia fue publicada en Italia en el siglo XIV de la mano del escritor, y máximo exponente de las letras italianas Dante Alighieri. Se desconoce la fecha exacta de su publicación, aunque, la obra, dividida en tres partes diferentes, parece que vio la luz en distintas publicaciones. De este modo, la parte correspondiente al Infierno dataría de 1304, la correspondiente al Purgatorio de 1316, y la parte final, correspondiente al Paraíso, del año 1321. Las frases de La Divina Comedia que vamos a encontrar a continuación son solo una parte de las muchas que cabría destacar de esta obra de renombre internacional. De hecho, más allá de constituir el baluarte de la literatura italiana, también constituye una descripción del Más Allá que estuvo vigente desde la Edad Media hasta bien entrados los tiempos modernos.
Las Frases de la Divina Comedia describen el camino de Dante a través del Infierno, el Purgatorio y el Paraíso. Donde es testigo, acompañado primero del espíritu del poeta Virgilio y, finalmente, del de su amada Beatriz en las regiones celestiales, de los castigos y placeres que experimentas las distintas almas que han pasado al otro mundo. Allí se encuentra con multitud de personas que él mismo conocía en vida y que, a sus ojos, deberían ocupar unas u otras regiones del Más Allá después de su muerte debido a sus pecados o su vida virtuosa. Sin duda, se trata de una obra monumental que, aunque pueda resultar lejana a las mentes contemporáneas, todo el mundo debería leer aunque solo fuera para disfrutar de los versos de uno de los escritores más grandes que ha dado la historia de la literatura.
110 Frases de La Divina Comedia: un camino del Infierno al Paraíso
1. Cuando más perfecto es algo, más dolor y placer siente.
2. El demonio no es tan negro como es pintado.
3. No te detenga el miedo, que por mucho que pudiese no impedirá que bajes esta roca.
4. Tras vuestros daños vendrá el llanto originado por el justo castigo.
5. Arriba, abajo, aquí y allí les lleva; y ninguna esperanza les conforta, no de descanso, mas de menor pena.
6. La verdad que parece una mentira debe el hombre callarse mientras pueda, porque sin tener culpa se avergüence.
7. Vieja fama en el mundo llama ciegos, gente es avara, envidiosa y soberbia: líbrate siempre tú de sus costumbres.
8. Vence la pereza con ánimo que vence cualquier lucha, si con el cuerpo grave no lo impide.
9. El corazón me has puesto tan ansioso de echar a andar con eso que me has dicho que he vuelto ya al propósito primero.
10. Aquel de quien bulle un pensamiento sobre otro pensamiento, se extravía, porque el fuego del uno ablando al otro.
11. Tanto honor tu fortuna te reserva, que la una parte la otra tendrán hambre de ti.
12. Saber de alguno es bueno; de los demás será mejor que calle, que a tantos como son el tiempo es corto.
13. Raras veces renace por las ramas la probidad humana; y esto quiere quien la otorga, para que la pidamos.
14. Quien pinta allí no tiene quien le guíe, sino que guía, y de aquél se origina la virtud que a los nidos da su forma.
15. Faltan fuerzas a la alta fantasía; mas ya mi voluntad y mi deseo giraban como ruedas que impulsaba. Aquel que mueve el sol y las estrellas.
16. Habla breve y claramente.
17. A mayor fuerza y a mejor naturaleza libres estáis sujetos; y ella cría vuestra mente, en que el cielo nada puede.
18. Bien puedo ver que anidas en tu propia luz, y que la desprendes por los ojos, porque cuando te ríes resplandecen; mas no quién eres, ni por qué te encuentras, alma digna, en el grado de la esfera que a los hombres ocultan otros rayos.
19. Sin que lo hayas proferido, mejor he comprendido tu deseo que tú cualquiera cosa verdadera; porque la veo en el veraz espejo que hace de sí reflejo en otras cosas, mas las otras en él no se reflejan.
20. Soy el amor angélico, que esparzo la alta alegría que nace del vientre que fue el albergue de nuestro deseo: y así lo haré, reina del cielo, mientras sigas tras de tu hijo, y hagas santa la esfera soberana en donde habitas.
21. Entrad, pero os advierto que vuelve afuera aquel que atrás mirase.
22. Hablando cosas que callar es bueno, tal como era el hablarlas allí mismo.
23. No hay mayor dolor que recordar la felicidad en tiempos de miseria.
24. Tan oscuro es el fondo, que no deja ver nada si no subes hasta el dorso del arco, en que la roca es más saliente.
25. Considerar vuestro origen. No fuisteis formados para vivir como brutos, sino para seguir la virtud y el conocimiento.
26. La rígida justicia que me hiere se sirve del lugar en el que pequé para que ponga en fuga más suspiros.
27. Ve pues la excelsitud y la grandeza del eterno poder, puesto que tantos espejos hizo en que multiplicarse, permaneciendo en sí uno como antes.
28. Podremos ver allí lo que creemos, no demostrado, mas por sí evidente, cual la verdad primera en que cree el hombre.
29. En el centro del Universo, en el punto más alejado de Dios, entre los hielos que envuelven las sombras, está Lucifer, emperador del reino del dolor, sacando medio cuerpo fuera de la superficie glacial.
30. Mas vosotros hacéis un religioso de quien nació para ceñir espada, y hacéis rey del que gusta de sermones; y así pues vuestra ruta se extravía.
31. El mundo sensible nos enseña que las vueltas son tanto más veloces, cuanto del centro se hallan más lejanas.
32. Las almas están mezcladas con el coro infame de ángeles que no se rebelaron, no por lealtad a Dios, sino a ellos mismos.
33. Así me habló Beatriz tal como escribo; luego se dirigió toda anhelante a aquella parte en que el mundo más brilla.
34. ¡Oh, insensatos afanes de los mortales! ¡Qué débiles son las razones que nos inducen a no levantar nuestro vuelo de la tierra!
35. Y tú que aquí te encuentras, alma viva, aparta de éstos otros ya difuntos.
36. Y esto nos hizo retardar el paso, tanto que antes el resto de la luna volvió a su lecho para cobijarse, que aquel desfiladero abandonásemos.
37. Vengo a llevaros hasta la otra orilla, a la eterna tiniebla, al hielo, al fuego.
38. Eres tú mi modelo y mi maestro; el único eres tú de quien tomé el bello estilo que me ha dado honra.
39. Ahora es preciso que te despereces -dijo el maestro-, pues que andando en plumas no se consigue fama, ni entre colchas; el que la vida sin ella malgasta tal vestigio en la tierra de sí deja, cual humo en aire o en agua la espuma
40. Por lo que, por tu bien, pienso y decido que vengas tras de mí, y seré tu guía.
41. El día se marchaba, el aire oscuro a los seres que habitan en la tierra quitaba sus fatigas; y yo sólo me disponía a sostener la guerra, contra el camino y contra el sufrimiento que sin errar evocará mi mente.
42. Esta mísera suerte tienen las tristes almas de esas gentes que vivieron sin gloria y sin infamia.
43. No dejamos de andar porque él hablase, mas aún por la selva caminábamos, la selva, digo, de almas apiñadas No estábamos aún muy alejados del sitio en que dormí, cuando vi un fuego, que al fúnebre hemisferio derrotaba
44. Antes de mí no fue cosa creada sino lo eterno y duro eternamente. Dejad, los que aquí entráis, toda esperanza.
45. El hombre debe, siempre que pueda, cerrar su labios antes de decir una verdad, que tenga visos de mentira; porque se expone a avergonzarse sin tener culpa.
46. Maestro, te suplico que me digas quién son, y qué designio les hace tan ansiosos de cruzar como discierno entre la luz escasa.
47. Debes de saber que antes de eso, ni un espíritu humano se salvaba.
48. ¡Oh musas! ¡Oh alto ingenio, sostenedme! ¡Memoria que escribiste lo que vi, aquí se advertirá tu gran nobleza!
49. Mas al estar ya libres y a lo abierto, donde el monte hacia atrás se replegaba, cansado yo, y los dos sobre la ruta inciertos, nos paramos en un sitio más solo que un camino en el desierto.
50. Y cuál cortado y cuál roto su miembro mostrase, vanamente imitaría de la novena bolsa el modo inmundo.
51. Y he aquí que viene en bote hacia nosotros un viejo cano de cabello antiguo, gritando: ¡Ay de vosotras, almas pravas! No esperéis nunca contemplar el cielo.
52. En redondo seguimos nuestra ruta, hablando de otras cosas que no cuento; y al llegar a aquel sitio en que se baja encontramos a Pluto: el enemigo.
53. Al cansancio guerra que dar tienes con el alma, que siempre es vencedora, que el cuerpo no lo hará que la contiene.
54. He de llevarte por lugar eterno, donde oirás el aullar desesperado.
55. Siempre la confusión de las personas principio fue del mal de la ciudad.
56. Aquí no cruza nunca un alma justa, por lo cual si Carón de ti se enoja, comprenderás qué cosa significa.
57. ¡No hagáis como el cordero que abandona la leche de su madre, y por simpleza, consigo mismo a su placer combate!
58. Se sabe cuan poco dura en la mujer la ardiente llama del amor, cuando la mirada y la mano, no son capaces de avivarla de continuo.
59. Que aquel Emperador que arriba reina, puesto que yo a sus leyes fui rebelde, no quiere que por mí a su reino subas.
60. A quien mucho se le da, mucho se espera de él.
61. Con el terror ciñendo mi cabeza dije: «Maestro, ¿qué es lo que yo escucho, y quién son éstos que el dolor abate?
62. Vuestra fama es como la flor, que tan pronto brota, muere, y la marchita el mismo sol que la hizo nacer de la tierra ingrata.
63. Así bajé del círculo primero al segundo que menos lugar ciñe, y tanto más dolor, que al llanto mueve.
64. Éstos de sangre el rostro les bañaban, que, mezclada con llanto, repugnantes gusanos a sus pies la recogían.
65. Oh tú que vienes al doloso albergue -me dijo Minos en cuanto me vio, dejando el acto de tan alto oficio-; mira cómo entras y de quién te fías: no te engañe la anchura de la entrada.
66. Si otras cosas os grita la codicia, ¡Sed hombres, y no ovejas insensatas, para que no se burlen los judíos!
67. Los echa el cielo, porque menos bello no sea, y el infierno los rechaza, pues podrían dar gloria a los caídos.
68. Al cristianismo fueron anteriores, y a Dios debidamente no adoraron: a éstos tales yo mismo pertenezco.
69. Debes aquí dejar todo recelo; debes dar muerte aquí a tu cobardía.
70. Nuestros pies no se habían aún movido cuando noté que la pared aquella, que no daba derecho de subida, era de mármol blanco y adornado con relieves, que no ya a Policleto, a la naturaleza vencerían.
71. Vamos, que larga ruta nos espera.» Así me dijo, y así me hizo entrar al primer cerco que el abismo ciñe.
72. La vista recobrada volví en torno ya puesto en pie, mirando fijamente, pues quería saber en dónde estaba.
73. Allí suspiros, llantos y altos ayes resonaban al aire sin estrellas, y yo me eché a llorar al escucharlo.
74. Rompió el profundo sueño de mi mente un gran trueno, de modo que cual hombre que a la fuerza despierta, me repuse.
75. Grueso granizo, y agua sucia y nieve descienden por el aire tenebroso; hiede la tierra cuando esto recibe.
76. Yo vi a más de un millar sobre la puerta de llovidos del cielo, que con rabia decían: ¿Quién es este que sin muerte va por el reino de la gente muerta?
77. Y verás, dolientes, las antiguas sombras, gritando todas la segunda muerte y podrás ver a aquellas que contenta el fuego, pues confían en llegar a buenaventuras cualquier día
78. Comprendí que a tal clase de martirio los lujuriosos eran condenados, que la razón someten al deseo.
79. Era el tercer recinto, el de la lluvia eterna, maldecida, fría y densa: de regla y calidad no cambia nunca.
80. Pronto se aprende a amar a un corazón gentil.
81. ¿No me preguntas qué espíritus son estos que estás viendo? Quiero que sepas, antes de seguir, que no pecaron: y aunque tengan méritos, no basta, pues están sin el bautismo.
82. Los desgraciados, que nunca vivieron, iban desnudos y azuzados siempre de moscones y avispas que allí había.
83. Hijo mío -cortés dijo el maestro los que en ira de Dios hallan la muerte llegan aquí de todos los países: y están ansiosos de cruzar el río, pues la justicia santa les empuja, y así el temor se transforma en deseo.
84. Descendamos ahora al ciego mundo –dijo el poeta todo amortecido-: yo iré primero y tú vendrás detrás.
85. Abre la mente a lo que te manifiesto y aférralo adentro; que no se hace ciencia, sin retención de lo que se ha entendido.
86. La angustia de las gentes que están aquí en el rostro me ha pintado la lástima que tú piensas que es miedo.
87. No menos que saber, dudar me gusta más.
88. Como en otoño se vuelan las hojas unas tras otras, hasta que la rama ve ya en la tierra todos sus despojos, de este modo de Adán las malas siémbrese arrojan de la orilla de una en una, a la señal, cual pájaro al reclamo.
89. Yo creí que él creyó que yo creía que tanta voz salía del follaje, de gente que a nosotros se ocultaba, cuando un alma feroz ha abandonado el cuerpo que ella misma ha desunido Minos la manda a la séptima fosa.
90. La justicia movió a mi alto arquitecto. Hízome la divina potestad, el saber sumo y el amor primero.
91. Hemos llegado al sitio que te he dicho en que verás las gentes doloridas, que perdieron el bien del intelecto.
92. Todos los otros que tú ves aquí, sembradores de escándalo y de cisma vivos fueron, y así son desgarrados.
93. Pero callar no puedo; y por las notas, lector, de esta Comedia, yo te juro, así no estén de larga gracia llenas, que vi por aquel aire oscuro y denso venir nadando arriba una figura, que asustaría el alma más valiente.
94. Y aunque a todos igual que a mí les cuadra el nombre que sonó en aquella voz, me hacen honor, y con esto hacen bien.
95. Cuando cobré el sentido que perdí antes por la piedad de los cuñados, que todo en la tristeza me sumieron, nuevas condenas, nuevos condenados veía en cualquier sitio en que anduviera y me volviese y a donde mirase.
96. Mas ¿Quién eres tú que sientas cátedra para juzgar desde lejos a mil millas con la vista de un palmo corta?
97. Tal como vuelve aquel que va al fondo a desprender el ancla que se agarra a escollos y otras cosas que el mar cela, que el cuerpo extiende y los pies se recoge.
98. Eres tú mi maestro, eres mi autor: eres tú solo aquel, de quien yo hurto el bello estilo, que me ha dado honor.
99. En la profundidad de tal pena la lengua se mueve en vano; el lenguaje de nuestra memoria y nuestros sentidos carece de un vocabulario propio para tal dolor.
100. ¡Mira cómo me desgarro! Y mira qué tan maltrecho está Mahoma! Delante de mí Alí llorando marcha, rota la cara del cuello al copete.
101. Fíjate en ése con la espada en mano, que como el jefe va delante de ellos: Es Homero, el mayor de los poetas; el satírico Horacio luego viene; tercero, Ovidio; y último, Lucano.
102. Así bajaba aquel ardor eterno; y encendía la arena, tal la yesca bajo eslabón, y el tormento doblaba.
103. Allí el horrible Minos rechinaba. A la entrada examina los pecados; juzga y ordena según se relíe.
104. Hay detrás un demonio que nos abre, tan crudamente, al tajo de la espada, cada cual de esta fila sometiendo.
105. Estas palabras de color oscuro vi escritas en lo alto de una puerta; y yo: «Maestro, es grave su sentido.
106. Una cuba, que duela o fondo pierde, como a uno yo vi, no se vacía, de la barbilla abierto al bajo vientre; por las piernas las tripas le colgaban, vela la asadura, el triste saco que hace mierda de todo lo que engulle.
107. Por mí se va hasta la ciudad doliente, por mí se va al eterno sufrimiento, por mí se va a la gente condenada.
108. Aquí es preciso usar de la destreza -dijo mi guía- y que nos acerquemos aquí y allá del lado que se aparta.
109. Si debiera terminarse mi desear en este templo angélico que sólo amor y luz lo delimitan, aún debiera escuchar cómo el ejemplo y su copia no marchan de igual modo, que en vano por mí mismo pienso en ello.
110. ¿Eres Virgilio, pues, y aquella fuente de quien mana tal río de elocuencia? _Eres tú mi modelo y mi maestro
¿Qué te han parecido estas frases de. La Divina Comedia? ¿Habías oído algunas de ellas con anterioridad? ¿Qué te parece esta obra y la trascendencia que ha tenido en el imaginario colectivo a la hora de pensar en el Infierno y en el Cielo tal y como nos cuenta que son la tradición religiosa? ¿Hay alguna de las frases de La Divina Comedia que te guste especialmente? ¡Déjanos tu opinión en los comentarios! ¡Nos encantará conocerla!