¡Bienvenido a Frases de la Vida! Hoy quisiéramos proponerte un viaje al pasado. ¿Adónde? Concretamente, a los maravillosos años 20 en la Ciudad de la Luz: París. Quizás hayas escuchado hablar de esta época, rebosante de artistas de vanguardia que, tras el paso de la Primera Guerra Mundial, se abocaron a la producción de obras sumamente innovadoras, cargadas de vitalidad, de emoción, de florecimiento postraumático. Mientras que las pinturas que hoy atesoramos en lujosos museos de mármol nacían en la mente de Picasso, Modigliani y Miró, los escritores caminaban las calles y ponían a funcionar la máquina de hacer historias. En este artículo nos dedicaremos a uno de ellos, anhelando reavivar su recuerdo y permitiéndote conocerlo un poco más a través de esta selección de frases de Scott Fitzgerald.

El autor que nos convoca nació en Saint Paul en el año 1896. Fue considerado como el máximo interprete literario de la «era del jazz», que tomó lugar durante los antes mencionados años 20 en París. Durante su juventud asistió en la Universidad de Princetown, sin llegar a concluir sus estudios de manera oficial. Más tarde se alistaría en el ejército para tomar parte en la Primera Guerra Mundial. Zelda fue el nombre de su mujer, personaje indispensable para Fitzgerald; musa inspiradora y sede de sus preocupaciones en proporciones similares. Zelda lo acompañó en su tránsito por París, donde se mudaron juntos para conocer la gloria y la desdicha. Él moriría en el alcoholismo y ella en la demencia sufrida durante numerosos años.

En lo que a su trayectoria literaria respecta, su primera novela lleva el nombre de «A este lado del paraíso» (1920) e inició su reputación como una de las más representativas figuras del «sueño americano» de esta década. La obra obtuvo un marcado reconocimiento, lo cual permitió a Scott publicar sus cuentos en revistas ilustres como The Saturday Evening Post. Una vez en Francia escribiría su obra maestra: «El gran Gatsby», una lectura que realmente sugerimos si aún no la has tenido en tus manos. Otras grandes novelas a mencionar son «Suave es la noche» de 1940 y sus póstumas «El último magnate» de 1941 y «El jactancioso» de 1945.

Sin más, comencemos con nuestro viaje a la era del jazz. Con ustedes: las mejores frases de Scott Fitzgerald.

Las mejores frases de Scott Fitzgerald

1. Todo buen escritor nada por debajo del agua y aguanta la respiración.

La primera de las frases de Scott Fitzgerald nos habla de la tarea del escritor, labor que no resulta sencilla si consideramos que al momento de escribir debemos también abrirnos a la posibilidad de alumbrar nuestras tinieblas para plasmarlas en una hoja o en un ordenador.

2. Toda vida es un proceso de demolición.

Esta frase encabeza su relato-ensayo póstumo, «El jactancioso». A lo largo y ancho de este testimonio, el autor narra los pasos que lo han llevado a la desdicha y al declive como hombre y escritor. Se trata de una revisión de aspectos personales que adopta la forma de una crónica conmovedora y cruda. Recomendable para conocer en profundidad a este renombrado literato.

3. Muéstrame un héroe y te escribiré una tragedia.

Esta cita manifiesta que todo héroe carga con una tragedia. Es posible rastrear esta última para comprender que un héroe no nace siéndolo, sino que deviene como tal con la superación de obstáculos difíciles de sortear. El mundo literario de Scott Fitzgerald se colma de héroes terrenales que han hecho lo necesario para saltar por encima de la tristeza y de la desolación.

4. En cualquier caso, no debes confundir una sola falla con una derrota final.

Las frases de Scott Fitzgerald se esconden entre los párrafos para sorprendernos con potentes reflexiones. En este caso, nos encontramos con un amable mensaje: una derrota no constituye el final de la lucha.

5. Era tan terrible que ya no era terrible, sólo deshumanizado.

En esta cita, el escritor sostiene que el dolor se sitúa dentro de un campo dividido entre lo humano y lo inhumano. Todos hemos atravesado circunstancias dolorosas que, sabemos, forman una parte natural de la vida. Sin embargo, lo «terrible» llevado al extremo se torna insoportable e incomprensible.

6. No hay conclusión igual a la conclusión de una mente simple.

Una de las grandes frases de Scott Fitzgerald, capaz de transmitir que las conclusiones de una mente simple pueden escapar a los embrollos de la confusión. Si concebimos los sucesos desde esta perspectiva resultará más sencillo tomar decisiones con pulso firme y superar un estado de duda constante.

7. El estado natural del adulto sensible es una infelicidad calificada.

Cabe destacar que una innumerable cantidad de frases de Scott Fitzgerald nos abren las ventanas de su vida íntima. ¿Era él, entonces, un adulto sensible de infelicidad calificada? Lo cierto es que en «El último magnate» el autor versa sobre el miserable mundo de Hollywood, donde debió trabajar durante sus últimos años como guionista anónimo para la industria cinematográfica. La miseria y una estrecha relación con el sentimiento de desdicha se derramaron entre los escritos de su adultez tardía. 

8. Aunque no estaba propiamente enamorado, sentía una especie de tierna curiosidad.

El amor también es protagonista en las frases de Scott Fitzgerald. En este caso se trata de un fragmento de «El Gran Gatsby», cuyo personaje se envuelve en un halo romántico al momento de reencontrarse con su amada. Ambos nacen de la pluma de un Scott que, aunque realista y directo, no deja de lado sus pinceladas elegantes y prolijas.

9. Saliendo de un dolor, parece necesario volver sobre los mismos pasos que nos llevaron allí.

Esta cita es un modo de expresar que para sanar una herida debemos antes recordar las circunstancias que nos llevaron hasta ella. De lo contrario, podríamos ser propensos a repetir nuestras acciones y reacciones en situaciones futuras; coloquialmente, «tropezar con la misma piedra». Tal como lo expresó el padre del psicoanálisis, Sigmund Freud: «Recordar es la mejor manera de olvidar».

10. El mundo sólo existe en tus ojos…Puedes hacerlo tan grande o tan pequeño como quieras.

Esta décima reflexión basada en las frases de Scott Fitzgerald tratade la cosmovisión. Este concepto alude al hecho de que somos los intérpretes tanto de nuestra propia existencia como del universo en general. En nuestro poder esta el ampliar nuestra consciencia para abarcar un mayor terreno comprensivo, o disminuirla entrecerrando los ojos.

Más Frases de Scott Fitzgerald

11. Eres la mejor, la más encantadora, tierna y hermosa persona que he conocido, e incluso eso es un eufemismo.

12. No te pido que me ames siempre como ahora, pero te pido que recuerdes. En algún lugar dentro de mí siempre estará la persona que soy esta noche.

13. Algún día encontraré a alguien a quien pueda amar de verdad y no la dejaré escapar.

14. Puedes acariciar a la gente con palabras.

15. Hay muchos tipos de amor en este mundo, pero nunca el mismo amor dos veces.

16. Me enamoré de su coraje, su sinceridad y su respeto propio. Y son éstas las cosas en las que creería, incluso si el mundo entero se entregara a las sospechas salvajes de que no era todo lo que debía ser. La amo, y eso es el principio de todo.

17. Ven, bésame y olvidémonos de todo.

18. Quiero saber que te moviste y respiraste en el mismo mundo conmigo.

19. Desearía haberlo hecho todo en este mundo contigo.

20. Eso es parte de la belleza de toda la literatura. Descubres que tus anhelos son anhelos universales, que no estás solo y aislado de nadie.

21. Es difícil estar aquí sentado cerca de ti y no besarte.

22. De hecho, ése es mi secreto. Ni siquiera puedo hablarle a nadie de ti porque no quiero que nadie más sepa lo maravillosa que eres.

23. Eres misteriosa. Te amo. Eres hermosa, inteligente y virtuosa, y esa es la combinación más extraña que existe.

24. No te voy a besar. Se puede convertir en un hábito y no puedo deshacerme de mis hábitos.

25. Ha sido muy raro conocerte, muy extraño y maravilloso

26. Habían pasado veinticuatro horas y seguía dispersa y absorta jugando con el caos; como si su destino fuera un rompecabezas.

27. La señal de una inteligencia de primer orden es la capacidad de tener dos ideas opuestas presentes en el espíritu al mismo tiempo y, a pesar de ello, no dejar de funcionar.

28. Olvidado es perdonado.

29. No juzgar es motivo de esperanza infinita.

30. Se necesitan dos para que haya un accidente.

31. Hablaban sin rumbo, cada uno hablando por el otro…

32. Ser amable es más importante que tener razón. Muchas veces, lo que la gente necesita no es una mente brillante que habla, sino un corazón especial que escucha.

33. Una imagen grotesca se materializó con tremenda nitidez ante los ojos del hombre atormentado: una imagen de sí mismo paseando por las abarrotadas calles de la ciudad con aquella espantosa aparición renqueando a su lado.

34. Con una especie de emoción vehemente comenzó a sonar en mis oídos una frase: “Existen tan sólo los perseguidos y los perseguidores, los ocupados y los ociosos”.

35. Cuando te emborrachas no rompes nada excepto a ti mismo.

36. La gente desaparecía, reaparecía, hacía planes para ir a algún sitio, y entonces se perdía, se buscaba, se encontraba a un metro de distancia.

37. El dinero ha aniquilado más almas que el hierro cuerpos.

38. Evidentemente, la vida es sólo un continuo proceso de deterioro.

39. A la vida se la observa mejor desde una sola ventana.

40. Nunca entendí qué significa sentido común aplicado a problemas complicados.

41. A veces resulta más difícil privarse de un dolor que de un placer, y el recuerdo le obsesionaba tanto que, por el momento, lo único que podía hacer era seguir fingiendo.

42. Toda la vida era clima: esperar, bajo aquel calor en el que los hechos no tenían sentido, a que volviera el frescor, acariciador y suave como una mano de mujer sobre una frente cansada.

43. Se habían olvidado de mí, pero Daisy alzó los ojos y me estiró la mano; Gatsby ni me conocía. Los miré una vez más y ellos me devolvieron la mirada, remotamente, poseídos por una vida intensa. Entonces salí del cuarto, y bajé por las escalinatas de mármol para adentrarme en la lluvia, dejándolos a los dos solos en él.

44. Los ricos tienen más dinero, y los pobres, más niños.

45. No era un error: veía a un hombre de setenta años, un recién nacido de setenta años, un recién nacido al que las piernas se le salían de la cuna en la que descansaba.

46. Los niños extraños deberían sonreírse mutuamente y decir: «Juguemos«.

47. La brisa soplaba a través del cuarto, haciendo elevarse hacia adentro la cortina de un lado y hacia afuera la del otro, como pálidas banderas, enroscándolas y lanzándolas hacia la escarchada cubierta de bizcocho de novia que era el techo, para después hacer rizos sobre el tapiz vino tinto, formando una sombra sobre él, como el viento al soplar sobre el mar.

48. Durante un tiempo estos sueños fueron un escape para su imaginación; le daban una idea satisfactoria de la irrealidad de la realidad, una promesa de que el peñón del mundo estaba asentado de manera firme en el ala de un hada.

49. El estar solo, física y espiritualmente engendra soledad y la soledad engendra más soledad.

50. No estaba realmente enamorado pero sentía una especie de tierna curiosidad.

51. Estoy cansado de no saber nada y de que me lo recuerden todo el tiempo.

52. La silueta de un gato en movimiento se recortó contra los rayos de la luna, y al volver mi cabeza para mirarlo, me di cuenta de que no me encontraba solo: a unas cincuenta yardas, la figura de un hombre con las manos en los bolsillos, observando de pie la pimienta dorada de las estrellas, había emergido de las sombras de la mansión de mi vecino. Algo en sus pausados movimientos y en la posición segura de sus pies sobre el césped me indicó que era Gatsby en persona, que había salido para decidir cuál parte de nuestro firmamento local le pertenecía.

53. Me gustan las fiestas grandes. Son tan íntimas. En las reuniones privadas no hay ninguna intimidad.

54. La columna de viajeros que esperaba para tomar el tren me pareció tan remota como los habitantes de otro mundo, pero era yo quien se alejaba a la deriva y los dejaba atrás.

55. Ella sonrió, con una conmovedora sonrisa infantil que era como toda la juventud perdida del mundo.

56. No deseaba más excursiones desenfrenadas y con derecho a privilegiados atisbos del corazón humano…

57. Evité a los escritores con mucho cuidado porque pueden perpetuar problemas como nadie más puede.

58. Aprendamos a mostrarle nuestra amistad a un hombre cuando está vivo y no después de muerto.

59. Las mejores relaciones se establecen cuando uno quiere que perduren a pesar de conocer los obstáculos.

60. Estaba dentro y fuera, a la vez encantado y repelido por la inagotable variedad de la vida.

61. Esbozó una sonrisa comprensiva; mucho más que sólo comprensiva. Era una de aquellas sonrisas excepcionales, que tenía la cualidad de dejarte tranquilo.Sonrisas como esa se las topa uno sólo cuatro ó cinco veces en toda la vida, y comprenden, o parecen hacerlo, todo el mundo exterior en un instante, para después concentrarse en ti, con un prejuicio irresistible a tu favor. Te mostraba que te entendía hasta el punto en que querías ser comprendido, creía en ti como a ti te gustaría creer en ti mismo y te aseguraba que se llevaba de ti la impresión precisa que tú, en tu mejor momento, querrías comunicar.

62. La ciudad vista desde el puente de Queensboro es siempre la ciudad vista por primera vez, virgen en su primera promesa de todo lo misterioso y maravilloso del mundo.

63. El hecho de lograr arrancar rumores de aquéllos que encontraban poco sobre qué murmurar en este mundo, era el mejor testimonio de la especulación romántica que inspiraba.

64. El caso es que da fiestas muy concurridas. Y a mí me gustan las fiestas con mucha gente. Son muy íntimas. En las fiestas con poca gente la intimidad es nula.

65. Me alegro de que sea niña. Pero confío en que sea tonta… Lo mejor que le puede pasar a una niña en este mundo es ser una hermosa tontita.

66. Se apoderó de él cierta rigidez, la sangre le afluyó a las mejillas y a la frente, y sintió en los oídos el palpitar constante de la sangre. Era el primer amor.

67. El problema no tiene una conexión necesaria con el desaliento: el desaliento tiene un germen propio, tan diferente de los problemas como la artritis es diferente de una articulación rígida.

74. Era hora de regresar. Mientras estuvo lloviendo me pareció como si sus voces susurraran, elevándose y ampliándose una y otra vez con alientos de emoción. Pero en el actual silencio pensé que uno igual había caído sobre la casa también.

75. Sólo estaba improvisando, pero desprendía una calidez excitante, como si su corazón quisiera escapar y entregarse oculto en una de aquellas palabras entrecortadas, perturbadoras.

76. Cuando sientas deseos de criticar a alguien, recuerda que no todo el mundo ha tenido las mismas oportunidades que tú tuviste.

77. La heterogénea e indistinguible masa de muchachos universitarios, interesados sólo en el amor a primera vista…

78. James Gatz era víctima de un mundo al que no pertenecía: ricos, seres descuidados e indiferentes, que aplastaban cosas y seres humanos, y luego se refugiaban en su dinero o en su amplia irreflexión.

79. Había en Gatsby algo magnífico, una exacerbada sensibilidad para las promesas de la vida, como si estuviera conectado a una de esas máquinas complejísimas que registran terremotos a quince mil kilómetros de distancia.

80. Piensa en cuánto me quieres – había susurrado-. No te voy a pedir que me quieras siempre como ahora, pero sí te pido que lo recuerdes. Pase lo que pase, siempre quedará en mí algo de lo que soy esta noche.

81. En el encantador crepúsculo metropolitano sentía a veces que me atenazaba la soledad, y la sentía en los demás: en los empleaduchos que deambulaban frente a las vitrinas, esperando que fuera hora de una solitaria cena en algún restaurante, jóvenes empleados desperdiciando en la penumbra los momentos más intensos de la noche y de la vida.

82. Es una gran ventaja no beber entre gente que bebe mucho. No hablas de más y en el momento oportuno puedes permitirte alguna irregularidad menor pues todos están tan ciegos que ni se dan cuenta o no les importa.

83. Una generación nueva, que se dedica más que la última a temer a la pobreza y a adorar el éxito; crece para encontrar muertos a todos los dioses, tiene hechas todas las guerras y debilitadas todas las creencias del hombre. 

84. Esbeltas, lánguidas, las manos suavemente posadas sobre las caderas, las dos jóvenes señoras nos precedieron en la salida a la terraza de colores vivos, abierta al ocaso, en donde cuatro velas titilaban sobre la mesa en el viento ya apaciguado.

85. Entonces viví como un joven rajá en todas las capitales de Europa: París, Venecia, Roma, coleccionando joyas, principalmente rubíes, practicando la caza mayor, pintando un poco, exclusivamente para mí, e intentando olvidar algo muy triste que me había pasado hacía mucho tiempo.

86. Y entonces, gracias al sol y a los increíbles brotes de hojas que nacían en los árboles, a la manera como crecen las cosas en las películas de cámara rápida, sentí la familiar convicción de que la vida estaba empezando de nuevo con el verano.

87. La prueba de una inteligencia de primera clase es la capacidad para retener dos ideas opuestas en la mente al mismo tiempo, y seguir conservando la capacidad de funcionar. Uno debería, por ejemplo, ser capaz de ver que las cosas son irremediables y, sin embargo, estar decidido a hacer que sean de otro modo.

88. Las tres mujeres que había en la mesa eran perfectos ejemplos del enorme flujo de la vida norteamericana. Nicole era nieta de un capitalista (…), Mary North era hija de un empapelador y descendiente del presidente Tyler. Rosemary pertenecía a la clase media y su madre la había lanzado a las cumbres inexploradas de Hollywood.

89. Me veía obligado a mantener en equilibrio el sentido de la inutilidad del esfuerzo y el sentido de la necesidad de luchar; la convicción de la inevitabilidad del fracaso y la decisión de «triunfar», y, más que estas cosas, la contradicción entre la opresiva influencia del pasado y las elevadas intenciones del futuro.

90. Su corazón se hallaba en constante y turbulenta agitación, temperamento creador, tenía un don para saber esperar y, sobre todo, una romántica presteza; era la suya una de esas raras sonrisas, con una calidad de eterna confianza, de esas que en toda la vida no se encuentran más que cuatro o cinco veces.

91. Era una noche magnífica. La luna llena bañaba la carretera con un apagado color platino, y, en el aire inmóvil, la cosecha de flores tardías exhalaba aromas que eran como risas suaves, con sordina. Los campos, alfombrados de trigo reluciente, brillaban como si fuera de día. Era casi imposible no emocionarse ante la belleza del cielo, casi imposible.

92. Usted está en la edad romántica. Cincuenta años. A los veinticinco los hombres son demasiado mundanos; a los treinta están atosigados por el exceso de trabajo. Los cuarenta son la edad de las historias largas: para contarlas se necesita un puro entero; los sesenta…Ah, los sesenta están demasiado cerca de los setenta, pero los cincuenta son la edad de la madurez. Me encantan los cincuenta.

93. Me da gusto que te encuentres feliz pero nunca he creído mucho en la felicidad. Nunca creí tampoco en la miseria. Esas son cosas que ves en el escenario o en la pantalla o en las páginas impresas, no suceden realmente en la vida. En lo único que creo en la vida es en las recompensas por la virtud (de acuerdo con tus talentos) y los castigos por no cumplir con tu deber, que son doblemente costosos.

94. Los buenos modales equivalen a reconocer que todo el mundo es tan delicado que se le tiene que tratar con guante blanco. Pero el respeto a los demás es otra cosa. A un hombre no se le puede llamar cobarde o mentiroso a la ligera, pero si uno se pasa la vida tratando de no herir los sentimientos de los demás y alimentando su vanidad, acaba por no saber qué es lo que debe respetar en ellos.

95. Se habla de que las heridas cicatrizan, estableciéndose un paralelismo impreciso con la patología de la piel, pero no ocurre tal cosa en la vida de un ser humano. Lo que hay son heridas abiertas; a veces se encogen hasta no parecer más grandes que un pinchazo causado por un alfiler, pero siguen siendo heridas. Las marcas que deja el sufrimiento se deben comparar más bien a la pérdida de un dedo o la pérdida de visión en un ojo. Puede que en algún momento no notemos que nos faltan, pero el resto del tiempo, aunque los echemos de menos, nada podemos hacer.

96.  Una mujer debe ser capaz de besar a un hombre hermosa y románticamente sin experimentar por ello el menor deseo de ser su esposa o su amante.

97. Nunca es demasiado tarde para convertirte en quien quieres ser. Espero que vivas una vida de la que estés orgulloso y si descubres que no, espero que tengas la fuerza para comenzar de nuevo.

98. Mientras esperaba mi sombrero en el vestíbulo se abrió la puerta de la biblioteca y salieron Gatsby y Jordan al tiempo. Él le estaba diciendo alguna palabra final, pero la ansiedad en su comportamiento se tornó de súbito en tensa formalidad al acercársele varias personas para despedirse.

99. Uno no puede saber nunca el lugar que ocupa realmente en la vida de otra persona.

100. Entonces todo era cierto. Vi las pieles de flamantes tigres en su palacio del Gran Canal; lo vi abriendo un estuche de rubíes para calmar, con sus profundidades iluminadas de carmesí, los anhelos de su roto corazón.

101. Las luces aumentan su brillo a medida que la tierra se aleja del sol, y ahora la orquesta está tocando la estridente música de coctel, y la ópera de voces se eleva un tono más alto.

102. Su corazón comenzó a latir con más y más fuerza a medida que Daisy acercaba el rostro al suyo. Sabía que cuando besara a esta chica y esposara por siempre sus inexpresibles visiones con el perecedero aliento de ella, su mente dejaría de vagar inquieta como la mente de Dios.

103. Uno puede cuidarse de lo que dice, y además, programar cualquier pequeña irregularidad propia en momentos en que los otros están tan ciegos que no ven o no les importa. Es posible que Daisy nunca le hubiera sido infiel a Tom, y, sin embargo, hay algo en esa voz suya…

104. Entonces me volví hacia Gatsby, y me quedé pasmado con su expresión. Parecía, y esto lo digo con el desprecio olímpico por los chismes inusitados en su jardín, como si hubiese “asesinado a un hombre”. Por un instante la configuración de su rostro podría ser descrita de esta fantástica manera.

105. La lluvia cedió, un poco después de las tres y media, dejando una neblina húmeda, a través de la cual nadaban ocasionales gotitas como de rocío.

106. Nuestros ojos se elevaron por sobre el rosal y el prado caliente y las basuras llenas de malezas de los días de sol canicular de la playa. Lentas, las blancas alas del bote se movían contra el frío limite azul del firmamento. Más allá se extendía el ondulado océano con su miríada de plácidas islas.

107. Cuando veo un hermoso caparazón como ese, no puedo evitar sentir remordimiento por lo que hay dentro.

108. Habló largo sobre el pasado y colegí que deseaba recuperar algo, alguna imagen de sí mismo quizás, que se había ido en amar a Daisy. Había llevado una vida desordenada y confusa desde aquella época, pero si alguna vez pudiera regresar a un punto de partida y volver a vivirla con lentitud, podría encontrar qué era la cosa…

109. No me he emborrachado más que dos veces en la vida, y la segunda fue aquella tarde. Por eso cuanto sucedió está envuelto en una penumbra nebulosa, aun cuando el apartamento estuvo lleno del sol más alegre hasta después de las ocho de la noche.

110. Si bien no estaban contentos, y ninguno de los dos había tocado la cerveza o el pollo, tampoco parecían infelices. En el cuadro se percibía la inconfundible atmósfera de una intimidad natural y cualquiera hubiera dicho que conspiraban.

111. Al azar ensayamos abrir una puerta que parecía importante y nos encontramos en una biblioteca gótica, de techo alto, forrada en roble inglés tallado, y probablemente transportada en su totalidad desde alguna ruina de ultramar.

112. De esta manera seguimos avanzando con laboriosidad, barcos contra la corriente, en regresión sin pausa hacia el pasado.

113. Jamás habían estado tan cerca durante el mes que llevaban amándose, ni se habían comunicado con mayor profundidad el uno con el otro que cuando ella rozó sus silentes labios contra la hombrera de su abrigo o cuando él toco la punta de sus dedos con suavidad, como si estuviera dormida.

114. Así que cuando el humo azul de las hojas quebradizas subió en el aire y el viento sopló y la ropa recién lavada se puso rígida en los alambres, decidí regresar a casa.

115. Por un momento el último rayo de sol cayó con romántico afecto sobre su rostro radiante; su voz me obligó a inclinarme hacia adelante, sin aliento mientras la oía… entonces se fue el brillo, y cada uno de los rayos abandonó su rostro con reticente pesar, como dejan los niños una calle animada al llegar la oscuridad.

116. El prado y el camino estaban atestados de rostros de aquellos que imaginaban su corrupción; y él había estado de pie en aquellas escalinatas escondiendo su sueño incorruptible, cuando le decíamos adiós con la mano.

117. Durante un instante una frase trató de formarse en mi boca y mis labios se separaron como los de un mudo, como si hubiera más batallas en ellos que el mero jirón de aire asombrado. Pero no emitieron sonido alguno, y aquello que estuve a punto de recordar quedó incomunicado por siempre jamás.

118. Volvió la cabeza al sentir que tocaban a la puerta con suavidad y elegancia. Salí a abrir. Gatsby, pálido como la muerte, con las manos hundidas, como pesas, en los bolsillos del saco, estaba de pie, en medio de un charco de agua, mirándome trágicamente a los ojos.

119. Se dio cuenta de que, a medida que el nuevo siglo avanzaba, se fortalecía su sed de diversiones.

120. Su concentración tenia un no sé qué patético, como si su complacencia, más aguda que antaño, no le bastara ya.

121. Un nuevo mundo, material más no real, donde unos pobres fantasmas, respirando sueños en vez de aire, vagaban fortuitamente por todos lados… como la figura cenicienta y fantástica que se deslizaba hacia él por entre los amorfos árboles.

122. Se fueron, sin una palabra, excluidos, convertidos en algo insignificante, aislados, como fantasmas, al margen, incluso, de nuestra piedad.

123. No hay fuego ni frío que pueda desafiar a lo que un hombre guarda entre los fantasmas de su corazón.

124. Cada persona se supone dueña de al menos una de las virtudes cardinales, y esta es la mía: soy uno de los pocos hombres honrados que haya conocido.

125. Todos estamos irritados pues se nos había pasado el efecto de la cerveza, y conscientes de ello, viajamos en silencio un rato. Luego, cuando los ojos desteñidos del doctor T. J. Eekleburg empezaron a divisarse a lo lejos, recordé la advertencia de Gatsby sobre la gasolina.

126. Ninguna cantidad de fuego o frescura puede ser mayor que aquello que un hombre es capaz de atesorar en su insondable corazón.

127. Unas emociones tras otras aparecían en su cara como objetos en una foto que se va revelando despacio.

128. Las disputas familiares son cosas que amargan. No van de acuerdo con ninguna regla. No son como dolores o heridas, son más rajaduras en la piel que no se mejoran porque no hay suficiente material.

129. La vitalidad se revela no solamente en la capacidad de persistir sino en la de volver a empezar.

130. Los escritores no son personas exactamente. O, si son buenos, son muchas personas que intentan ser una sola persona.

De este modo concluye nuestro artículo de frases de Scott Fitzgerald. ¿Qué te han parecido? ¿Ya has leído alguno de sus libros? Te invitamos a visitarnos en la sección de comentarios y a compartir esta entrada con todos los amantes de la literatura. ¡Hasta la próxima!