En el sur de México, a principios del siglo XIX, prevalecía una significativa distinción entre las personas blancas (resultado de las conquistas extranjeras) y los indígenas nativos de la región; los primeros discriminaban a los segundos. A su vez, había una marcada superioridad del hombre en comparación con la mujer, quien por aquel entonces no tenía voz. Las frases de Rosario Castellanos llegaron a poner en duda la validez de estas diferencias, por su experiencia en Chiapas, a través de su sagaz escritura defendió los derechos tanto de las mujeres como de los indígenas. A su vez, fue profesora en diversas universidades de su país e internacionales, difusora cultural, periodista y diplomática.

La escritora hizo su camino por cuenta propia, para ello dejó la provincia para estudiar en la Facultad de Filosofía y Letras, donde conoció a grandes colegas como Jaime Sabines, Dolores Castro y Augusto Monterroso.  La obra de Castellanos contiene tintes biográficos, resultado de hechos que la marcaron notablemente como la muerte de su hermano y luego de sus padres, las infidelidades de su marido, sus hijos no logrados y el nacimiento de su único hijo. Esta mexicana destacó dentro de la poesía, es considerada una de las mejores dentro del habla hispana. Por ello en Frases de la Vida hemos preparado un listado de las profundas frases de Rosario Castellanos, una mujer sin precedentes. ¡No te las pierdas las frases de Rosario Castellanos que te traemos en Frases de la Vida!

80 Frases de Rosario Castellanos | Enalteciendo a la mujer

1. Matamos lo que amamos. Lo demás no ha estado vivo nunca. Ninguno está tan cerca. 

2. A veces, tan ligera como un pez en el agua, me muevo entre las cosas feliz y alucinada.

3. Para el amor no hay tregua, amor. La noche no se vuelve, de pronto, respirable. Y cuando un astro rompe sus cadenas y lo ves zigzaguear, loco, y perderse, no por ello la ley suelta sus garfios. 

4. No es que el poeta busque la soledad, es que la encuentra.

5. Bajo tu tacto tiemblo como un arco en tensión palpitante de flechas y de agudos silbidos inminentes.

6. Sin orgullo (¿qué es el orgullo? ¿Una vértebra que todavía la especie no produce?) los hombres roban, mienten, como animal de presa olfatean, devoran y disputan a otro la carroña. 

7. ¿Qué se hace a la hora de morir? ¿Se vuelve la cara a la pared? ¿Se agarra por los hombros al que está cerca y oye? ¿Se echa uno a correr, como el que tiene las ropas incendiadas, para alcanzar el fin?

8. Ser de río sin peces, esto he sido. Y revestida voy de espuma y hielo. Ahogado y roto llevo todo el cielo y el árbol se me entrega malherido.

9. No te acerques a mí, hombre que haces el mundo, déjame, no es preciso que me mates. Yo soy de los que mueren solos, de los que mueren de algo peor que vergüenza. Yo muero de mirarte y no entender.

10. La oscuridad engendra la violencia y la violencia pide oscuridad para cuajar el crimen.

11. Éramos el abrazo de amor en que se unían el cielo con la tierra.

12. Para el amor no hay cielo, amor, sólo este día. 

13. Heme aquí suspirando como el que ama y se acuerda y está lejos.

14. Hay ceguera y el hambre los alumbra y la necesidad, más dura que metales.

15. El encuentro es a oscuras. En el beso se mezcla el sabor de las lágrimas. Y en el abrazo ciñes el recuerdo de aquella orfandad, de aquella muerte.

16. Y no podemos escapar viviendo porque la vida es una de sus máscaras. 

17. Basta. No quiere más la oreja, que su cuenco rebalsaría y la mano ya no alcanza a tocar mas allá.

18. No son nube ni flor los que enamoran; eres tú, corazón, triste o dichoso. 

19. Yo soy de alguna orilla, de otra parte, soy de los que no saben ni arrebatar ni dar, gente a quien compartir es imposible.

20. Pero Dios rompe el freno y continúa engendrando magníficas criaturas, seres salvajes cuyos alaridos rompen esta campana de cristal.

21. Era como un durazno o como una mejilla y encerraba la dicha como los labios encierran cada beso.

22. Henos aquí hace un siglo, sentados, meditando encarnizadamente como dar el zarpazo último que aniquile de modo inapelable y, para siempre, al otro.

23. El que se va se lleva su memoria, su modo de ser río, de ser aire, de ser adiós y nunca. 

24. En el principio -dice esta capa geológica que toco- era sólo la danza: cintura de la gracia que congrega juventudes y música en su torno.

25. Algún día lo sabré. Este cuerpo que ha sido mi albergue, mi prisión, mi hospital, es mi tumba. 

26. Hasta que un día otro lo para, lo detiene y lo reduce a voz, a piel, a superficie
ofrecida, entregada, mientras dentro de sí la oculta soledad aguarda y tiembla.

27. Heme aquí, ya al final, y todavía no sé qué cara le daré a la muerte.

28. Amigo, no es posible ni nacer ni morir sino con otro. Es bueno que la amistad le quite al trabajo esa cara de castigo y a la alegría ese aire ilícito de robo.

29. Hombrecito, ¿Qué quieres hacer con tu cabeza? ¿Atar al mundo, al loco, loco y furioso mundo? ¿Castrar al potro Dios? 

30. Porque éramos amigos y a ratos, nos amábamos; quizá para añadir otro interés a los muchos que ya nos obligaban.

31. Damos la vida sólo a lo que odiamos.

32. El que se va se lleva su memoria, su modo de ser río, de ser aire, de ser adiós y nunca.

33. Debe haber otro modo…Otro modo de ser humano y libre. Otro modo de ser.

34. Y cuando bailan, cuando se deslizan o cuando burlan una ley o cuando
se envilecen, sonríen, entornan levemente los párpados, contemplan el vacío que se abre en sus entrañas y se entregan a un éxtasis vegetal, inhumano.

35. Miro las herramientas, el mundo que los hombres hacen, donde se afanan,
sudan, paren , cohabitan.

36. No soy de los que exprimen su corazón en un lugar violento. Soy de los que atestiguan la belleza y la muerte de la rosa.

37. No, no es la solución tirarse bajo un tren como la Ana de Tolstoi ni apurar el arsénico de Madame Bovary ni aguardar en los páramos de Ávila la visita del ángel con venablo antes de liarse el manto a la cabeza y comenzar a actuar…

38. Mi sangre se enardece igual que una jauría olfateando la presa y el estrago pero bajo tu voz mi corazón se rinde en palomas devotas y sumidas.

39. Venturosa ciudad amurallada, ceñida de milagros, descanso en el recinto de este cuerpo que empieza donde termina el mío.

40. A ningún otro hiere un olvido, una ausencia, a veces menos.

41. No, yo no quiero hablar de nuestras noches cuando nos retorcemos como papel al fuego. Los espejos se inundan y rebasan de espanto mirando estupefactos nuestros rostros.

42. Nadie lo confesaba, pero todos estaban orgullosos de ser como juguetes en las manos de un niño.

43. Ese día de amor yo fui como la tierra: sus jugos me sitiaban tumultuosos y dulces y la raíz bebía con mis poros el aire y un rumor galopaba desde siempre para encontrar los cauces de mi oreja.

44. Abandonados siempre. ¿De qué? ¿De quién? ¿De dónde? No importa. Nada más abandonados.

45. La manzana cayó; pero no sobre un Newton de fácil digestión, sino sobre el atónito apetito de Adán (se atragantó con ella como era natural).

46. El aire no es bastante para los dos. Y no basta la tierra para los cuerpos juntos
y la ración de la esperanza es poca y el dolor no se puede compartir.

47. La soledad trazó su paisaje de escombros. La desnudez hostil es su cifra ante el hombre.

48. Piensa en la tejedora; en su paciencia para recomenzar una tarea siempre inacabada.

49. Pero alguien (ya no acierto con la estructura inmensa de su nombre) dijo entonces: No es bueno que la belleza esté desamparada y electrizó una célula.

50. Engaño en este ciego desnudarse, terror del ataúd escondido en el lecho,
del sudario extendido y la marmórea lápida cayendo sobre el pecho.

51. En un día de amor yo bajé hasta la tierra: vibraba como un pájaro crucificado en vuelo y olía a hierba húmeda, a cabellera suelta, a cuerpo traspasado de sol al mediodía.

52. Tal vez yo no debiera descubrirlo pero fue el primer círculo vicioso mordiéndose la cola.

53. Punzaba el aire en las avispas múltiples y vertía chorritos de miel en cada herida para que el equilibrio permaneciera invicto.

54. Y nos regocijamos de estar en el secreto, de guiñarnos los ojos a espaldas de la muerte.

55. Es esta rueda isócrona fija entre cuatro cirios, esta nube exprimida y paralítica
y esta sangre blancuzca en un tubo de ensayo.

56. ¡No poder escapar del sueño que hace muecas obscenas columpiándose en las lámparas! Es así como nacen nuestros hijos. Parimos con dolor y con vergüenza,
cortamos el cordón umbilical aprisa como quien se desprende de un fardo o de un castigo.

57. ¡Qué cuidadosamente nos mentimos!¡Qué cotidianamente planchamos nuestras máscaras para hormiguear un rato bajo el sol!

58. No me explico por qué fue indispensable que alguien inventara el reloj
y desde entonces todo se atrasa o se adelanta, la vida se fracciona en horas y en minutos
o se quiebra o se para.

59. El mundo era la forma perpetua del asombro renovada en el ir y venir de la ola, consubstancial al giro de la espuma y el silencio, una simple condición de las cosas.

60. ¿Cómo podrías estar solo a la hora completa, en que las cosas y tú hablan y hablan, hasta el amanecer?

61. El suicidio también pasó de moda y no conviene dar un paso en falso cuando mejor podemos deslizarnos. ¡Qué gracia de patines sobre el hielo! ¡Qué tobogán más fino! ¡Qué pista lubricada! ¡Qué maquinaria exacta y aceitada!

62. Río de sangre, cinturón de fuego. En las tierras que tiñe, en la selva multípara, en el litoral bravo de mestiza mellado de ciclones y tormentas, en este continente que agoniza bien podemos plantar una esperanza.

63. De las bocas destruidas quiere subir hasta mi boca un canto, un olor de resinas quemadas, algún gesto de misteriosa roca trabajada.

64. Visitaría en Europa lo típico: alguna ruina humeante o algún pueblo afilando las garras y los dientes. Alguna catedral mal ventilada, invadida de moho y oro inútil y en el fondo un cartel: Negocio en quiebra.

65. No era como ahora que parecemos aventadas nubes o dispersadas hojas.
Estábamos entonces cerca, apretados, juntos. No era como ahora.

66. El hombre es animal de soledades, ciervo con una flecha en el ijar que huye y se desangra.

67. Y entonces supe: yo no estaba allí ni en ninguna otra parte ni había estado nunca ni estaría.

68. ¿Por qué decir nombres de dioses, astros espumas de un océano invisible, polen de los jardines más remotos? Si nos duele la vida, si cada día llega desgarrando la entraña, si cada noche cae convulsa, asesinada.

69. Porque si un día cansados de este morir a plazos queremos suicidarnos abriéndonos las venas como cualquier romano, nos sorprende saber que no tenemos sangre ni tinta enrojecida: que nos circula un aire tan gratis como el agua.

70. Y yo que me soñaba nube, agua, aire sobre la hoja, fuego de mil cambiantes llamaradas, sólo supe yacer…

71. Considera, alma mía, esta textura Áspera al tacto, a la que llaman vida.

72. Y los signos se cierran bajo mis ojos como la flor bajo los dedos torpísimos de un ciego.

73. Nos sorprende palpar un corazón en huelga y unos sesos sin tapa saltarina y un estómago inmune a los venenos.

74. Al pie de un sauce, triste Narciso de las aguas, o cerca de una roca inexorable
quiero dejar mi cuerpo como el que deja ropas en la playa.

75. Hablábamos la lengua de los dioses, pero era también nuestro silencio igual al de las piedras.

76. Tu sabor se anticipa entre las uvas que lentamente ceden a la lengua
comunicando azúcares íntimos y selectos.

77. En estas vastas galerías de muertos, de fantasmas reumáticos y polvo, nos hinchamos de orgullo y de soberbia.

78. Nunca digas que es tuya la tiniebla, no te bebas de un sorbo la alegría. Mira a tu alrededor: hay otro, siempre hay otro. Lo que él respira es lo que a ti te asfixia,
lo que come es tu hambre. Muere con la mitad más pura de tu muerte.

79. Porque hay aún un continente verde que imanta nuestras brújulas. Un ancho acabamiento de pirámides en cuyas cumbres bailan doncellas vegetales con ritmos milenarios y recientes.

80. Somos la raza estrangulada por la inteligencia, «La insuperable, mundialmente famosa trapecista que ejecuta sin mácula triple salto mortal en el vacío (la inteligencia es una prostituta que se vende por un poco de brillo y que no sabe ya ruborizarse).

Después de leer las conmovedoras frases de Rosario Castellanos, podemos darnos cuenta del sentimiento que a través de la escritura desborda. Hasta aquí hemos llegado en este listado, pero no nos despedimos sin que antes nos cuentes tu opinión, ¿ya conocías a esta escritora?, ¿habías leído alguno de sus poemas o de sus libros?, ¿cuál de estas frases de Rosario Castellanos consideras que se lleva las palmas? Déjanos tus respuestas en los comentarios, nos encanta leerte.