Los poemas de Emily Dickinson han trascendido continentes e idiomas. La poeta estadounidense es conocida como una de las primeras mujeres en obtener el reconocimiento como poetisa. Además, es un referente en la poesía a nivel mundial, hasta el punto de que sus obras han sido publicadas en varios idiomas.

En la intimidad pudo potenciar al máximo su faceta de poeta, Emily Dickinson creó poemas de distintas extensiones: desde cortos hasta largos. Algunos eran sobre el amor, la muerte y la inmortalidad. Sin embargo, en vida solo fueron publicados tres obras:

  1. A Valentine.
  2. The Snake.
  3. Success.

Sin embargo, después de su muerte se publicaron decenas de poemas de Dickinson, una mujer con una brillante mente capaz de hablar con versos desde el alma. Aquí en Frases de la Vida te traemos los mejores poemas de Emily Dickinson en español.

Índice

El estilo poético de los poemas de Emily Dickinson

Emily Dickinson

Dickinson nació el 10 de diciembre de 1830 en Amherst, Estados Unidos. Su padre estaba relacionado con la política, era representante por el estado de Massachusetts en el Congreso de Washington. La poeta estudió siete años Amherst Academy, para luego pasar un corto tiempo en el seminario femenino Mount Holyoke.

Para muchos era una mujer extraña porque vestía solo de blanco, no le gustaba saludar y se encerraba por muchas horas en su habitación. Empezó a actuar así al cumplir 50 años, momento en el cual creó centenares de poemas encontrados después de su muerte por Lavinia, hermana de la autora.

Los poemas de Emily Dickinson denotaban una capacidad sorprendente por detallar pequeñas y complicadas situaciones, desde el sutil movimiento de las hojas hasta temas complejos como la muerte. Algunos llegaron a conocerla como la poeta de la naturaleza, llegó a escribir sobre cuatro temáticas principales:

  • Vida.
  • Naturaleza.
  • Amor.
  • Tiempo y eternidad.

A continuación, disfrutaremos de la mejor poesía de Dickinson para descifrar las emociones junto a la fructífera invención de la poeta.

Los poemas de Emily Dickinson

1. En mi flor me he escondido

En mi flor me he escondido

para que, si en el pecho me llevases,

sin sospecharlo, tú también allí estuviera…

Y sabrán lo demás solo los ángeles.

En mi flor me he escondido

para que, al deslizarme de tu vaso,

tú, sin saberlo, sientas

casi la soledad que te he dejado.

2. Fue muy tarde para el hombre…

Fue muy tarde para el Hombre

pero temprano todavía para Dios

La Creación, impotente para ayudar

pero la plegaria quedaba de nuestro lado

Qué excelente el Cielo

cuando la Tierra no se puede tener

Que hospitalario, entonces, el rostro

de nuestro viejo vecino, Dios.

3. Podría estar más sola sin mi soledad…

Este es uno de los poemas de Emily Dickinson más interesantes porque retrata la soledad de la autora y el encerramiento que tuvo durante varios años. 

Podría estar más sola sin mi soledad,

tan habituada estoy a mi destino,

tal vez la otra paz,

podría interrumpir la oscuridad

y llenar el pequeño cuarto,

demasiado exiguo en su medida

para contener el sacramento de él,

no estoy habituada a la esperanza,

podría entrometerse en su dulce ostentación,

violar el lugar ordenado para el sufrimiento,

sería más fácil fallecer con la tierra a la vista,

que conquistar mi azul península,

perecer de deleite.

4. Coloquio

Había muerto yo por la Belleza;

me cercaban silencio y soledad,

cuando dejaron cerca de mi huesa

a alguno que murió por la Verdad.

En el suave coloquio que entablamos,

vecinos en la lúgubre heredad,

me dijo y comprendí: Somos hermanos

una son la Belleza y la Verdad.

Y así, bajo la noche, tras la piedra,

dialogó nuestra diáfana hermandad

hasta que el rostro nos cubrió la yedra

y los nombres borró la eternidad.

5. Certidumbre

Yo jamás he visto un yermo

y el mar nunca llegué a ver

pero he visto los ojos de los brezos

y sé lo que las olas deben ser.

Con Dios jamás he hablado

ni lo visité en el Cielo,

pero segura estoy de a dónde viajo

cual si me hubieran dado el derrotero.

6. Que yo siempre amé

«Que yo siempre amé» es uno de los poemas de Emily Dickinson que retrata la experiencia del amor en la poeta. 

Que yo siempre amé

yo te traigo la prueba

que hasta que amé

yo nunca viví -bastante-

que yo amaré siempre

te lo discutiré

que amor es vida

y vida inmortalidad

esto -si lo dudas- querido,

entonces yo no tengo

nada que mostrar

salvo el calvario.

7. Poema 128 de Emily Dickinson

Dame el ocaso en una copa,

enumérame los frascos de la mañana

y dime cuánto hay de rocío,

dime cuán lejos la mañana salta

dime a qué hora duerme el tejedor

que tejió el espacio azul.

Escríbeme cuántas notas habrá

en el nuevo éxtasis del tordo

entre asombradas ramas

cuántos caminos recorre la tortuga

cuántas copas la abeja comparte,

disoluta del rocío.

También, ¿quién puso la base del arco iris,

también, quién guía las esferas dóciles

por juncos de azul flexible?

¿Qué dedos atan las estalactitas

quién cuenta la plata de la noche

para saber si nadie está en deuda?

¿Quién edificó esta casita albana

y cerró herméticamente las ventanas

que mi espíritu no puede ver?

¿Quién me dejará salir un día de gala

con implementos de vuelo,

fugaz pomposidad?

8. Selección, poema corto de Emily Dickinson

«Selección» es uno de los mejores poemas de Emily Dickinson cuya finalidad es indagar sobre la muerte y el espíritu

De las almas creadas

supe escoger la mía.

Cuando parta el espíritu

y se apague la vida,

y sean Hoy y Ayer

como fuego y ceniza,

y acabe de la carne

la tragedia mezquina,

y hacia la Altura vuelvan

todos la frente viva,

y se rasgue la bruma…

yo diré: Ved la chispa

y el luminoso átomo

que preferí a la arcilla.

9. Poema 815 de Emily Dickinson

El lujo de entender

el lujo sería

de mirarte una sola vez

y volverme un Epicuro

cualquiera de tus presencias sirve

de futuro alimento

apenas recuerdo haber muerto de hambre

tan bien surtida estaba –

el lujo de meditar

el lujo era

darme el festín de tu semblante

otorga suntuosidad

en días habituales, cuya lejana mesa

como la certidumbre recuerda

está puesta con una sola migaja

la conciencia de ti.

10. Poema 37 de Emily Dickinson

Corazón, le olvidaremos

en esta noche tú y yo.

Tú, el calor que te prestaba.

Yo, la luz que a mí me dio.

Cuando le hayas olvidado

dímelo, que he de borrar

aprisa mis pensamientos.

Y apresura tu labor

no sea que en tu tardanza

vuelva a recordarle yo.

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